miércoles, 27 de febrero de 2008

Encuentro



Yo estaba esperando en la cafetería de un hotel en París. La vi llegar y sentarse una tres mesas más allá. Primero se me fue la vista porque era una mujer esbelta y elegante. Llevaba el pelo rubio pajizo recogido en un moño y un traje de chaqueta color teja con la falda tan corta y tan larga como para no resultar ni ordinaria ni recatada. Pero lo mejor vino cuando se cruzaron nuestras miradas. La conocía. Maldita sea, la conocía y mucho. Tampoco su forma de reaccionar fue indiferente. Me desvió la mirada con algo de embarazo y algo de rubor. ¿Debería saludarla?, ¿sería alguna compañera de universidad o de instituto?. Abrió una revista con determinación y traté de bucear en la espesa jungla de mis recuerdos, más espesa aún a esas horas de la mañana. Cuanto más la miraba más seguro estaba. Yo había tenido algo con ella y ella lo sabía. Lo sabía tan bien que al reparar de nuevo en mí se levantó con cierto desaire y se marchó, dejándome en su huida una última sonrisa suficiente.
Al poco apareció mi familia y todo se dispersó. Horas más tarde me quedé dormido en el avión y entonces la identifiqué. Claro. Es la mujer que tantas veces me había procurado placer. Era la protagonista de “Policías y Cachondas”.

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