jueves, 15 de septiembre de 2011

PETER

No era tonto y por eso, se daba perfecta cuenta de cual era su caso. El principio de Peter se había cumplido una vez mas de forma aplastante: en toda organización se tiende a subir hasta alcanzar la absoluta incompetencia. El había sido muy bueno en lo suyo. Pero ahora, en la cúspide de la pirámide debía ejercer labores para las que, sencillamente, no valía. Deseaba intensamente dimitir y volver a aquellas tareas que tan bien ejercía. Pero no podía. Era –no se cansaban de repetírselo- “el representante de Dios en la tierra”.

4 comentarios:

El Conde de MonteCristo dijo...

Desconocía ese principio de Pete, qué buen principio! has retomado los microrelatos con muy buen nivel...cuándo te llegará la incompetencia? juajuajuaaaa

nineuk dijo...

Si tanto te gusta vótalo tío, que me da grima ver ese "aburrido" lacerante...¿mi incompetencia? no la veo... (el que no se consuela...)

Anónimo dijo...

El principio de Peter, y el Síndrome de Stisteg...
grandes verdades de la vida!
Nosotros tenemos más suerte, somos los representantes de la tierra en la tierra, y vivimos como Dios...
Mirenka Fan
pd. ante la duda, siempre seguir contando cosas!

nineuk dijo...

Siempre nos quedará Stisteg. oi!