domingo, 13 de marzo de 2016

EPILOGO




Había vivido ya lo suficiente. Había amado, sufrido y viajado. Había gozado, leído, procreado. Era el momento de escribir. Y lo hizo. Empleo días y noches, cigarros y cafés. Se centró en trenzar  un relato con las dosis justas de fantasía y realidad, elaboración y espontaneidad. Transcurrido un tiempo indefinido leyó con deleite lo escrito y sí. Era fantástico, ningún crítico podría resistirse a semejante historia. Así que por fin, satisfecho y exhausto, encendió su mechero y procedió.      

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Sabia decisión.

Laura.

Antxon Rabella dijo...

Y tiene su lógica. Hay escritores que, por desgracia, sólo vivieron lo que escribieron o leyeron. Borges era extraordinario, pero ¿Qué sabemos de sus verdaderas vivencias no ficcionales? Su dedicación a la lectura fue masiva, se quedó ciego, no sabemos si por eso; su frase "Que otros se jacten de las páginas que han escrito, yo me enorgullezco de las que he leído" lo dice todo. Porque algunas páginas y hasta algún párrafo que escribió, te decían más que mil páginas de un best-seller facilón. Pero sin embargo, fuera de sus cuentos, en algunos de sus poemas, uno puede encontrar bastante tedio y confusión, muy bien expresados pero tedio y confusión.

En el caso que nos presentas, este hombre VIVIO, con mayúsculas claro. Y cuando escribió, no le hizo falta someterse al examen o juicio elogioso de los críticos. Sabiendo que era fantástico, parece que lo quemó. Ya había VIVIDO lo suficiente. Y su único epílogo fue escribirlo sin necesidad de ser leído. Y yo, que a vivir de VERDAD, he empezado hace poco, me voy a la cama a leer un poco. Feliz vida a los que puedan. Y como dijo Ruper en "Hagiñenean", "Barka nazala zorigaiztokoa dena" o sea "Que me perdone quien sea desgraciado". Porque sé lo que duele eso y nunca pienso dejarlos atrás a pesar de todo.

Bonito e inspirador microrelato Roberto.

nineuk dijo...

Quizás (y juro que se me ocurre ahora y no antes de escribirlo) el protagonista del cuento ha acumulado suficiente experiencia y sabiduría como para concluir que nada hay en realidad que él pueda decir a nadie que no esté ya dicho y que el destino de todos los demás libros, aunque algunos ahora se crean eternos, es el mismo que el del suyo...

Anónimo dijo...

No todo está dicho. Para aquellos que jamás leyeron libro alguno siempre habrá palabras no dichas.

nineuk dijo...

Tambien es cierto. Y como dijo Millás: "Los libros que no leimos, estaban llenos de advertencias"

Antxon Rabella dijo...

Anónimo, es cierto. Se ve en las relecturas. Yo ya me había leído un libro y venga a por otro, que ese libro ya me lo sé. Pero te llevas sorpresas, porque en cada relectura puedes descubrir una cosa que tu distinta perspectiva o ánimo cuando lo leíste por primera vez, se te había pasado inadvertida. Yo pienso que vida con experiencias y escritura son compatibles. Que se lo pregunten a Angel Mosterin, que para enseñarnos las experiencias que no muestra literariamente, ha tenido que ver y vivir bastante.
Por otra parte, aunque es una putada que te pasen cosas malas, la forma de reconducirlas, e incluso de reconducir tu propia vida es escribiendo sobre ellas desde otras posiciones más calmadas.

Anónimo dijo...

Leemos, interpretamos. Releemos, reinterpretamos. O no. La cosa es que eso de "nadie va a enseñarnos nada" no sirve. Otro tema es la disposición que tengamos para aprender o ignorar, pero ya no me quiero meter en ese berenjenal.

Lo que dan de sí los finales abiertos.

Un poco menos anónimo, LM.