martes, 27 de septiembre de 2016

DE CARAS Y ALMAS

Adolfo Suarez
La cara de la transición fue la de Adolfo Suárez. Era una imagen seria y repeinada pero su seriedad estaba más cerca de la serenidad que del enfado y su sonrisa, aunque no muy pródiga (no tocaba) parecía franca.  El historiador del régimen, Ricardo de la Cierva soltó aquella sentencia petulante: “Que error, que inmenso error” cuando Suárez fue nombrado, pero hoy en día parece comúnmente aceptado que fue un acierto.                                              La imagen de aquel presidente, era una imagen acorde con lo que debían ser los nuevos tiempos: joven, digno, dialogante, moderado pero decidido a cambiarlo todo. Que fumara Ducados como si los fueran a prohibir no era entonces nada mal visto; es más, conectaba con el padre de familia medio español.  La cara de Euskadi era entonces la de Garaikoetxea, un rostro que unía dignidad y preocupación, era el rostro de la incomprensión, de la reivindicación histórica.
Llegaría después Felipe González, con una  imagen que rompía ya nítidamente con la rigidez de Suarez. Desaparece la gomina y la chaqueta es ahora de pana. La imagen de este periodo es además bicéfala. Tiene un rostro joven y sereno encarnado en el presidente y otro más duro y enfadado que escenifica Alfonso Guerra. A éste le correspondían todas las bravatas y salidas de tono.  El rostro del euskal-power era entonces el de Ardanza, sin duda una cara más gris, casi funcionaria, una imagen que tenía que transmitir el talante de los nuevos tiempos: Socialistas y nacionalistas compartiendo un gobierno con graves problemas:  La crisis y  los continuos asesinatos de los años de plomo.
Llegarían después nuevas caras para nuevos tiempos. La era del pelotazo vino de la mano de Aznar. Un rostro a medio camino entre lo cómico y lo trágico. Un bigote que trataba de poner seriedad en un rostro que no la tenía y que llegaba al esperpento cuando reía. Con el tiempo desaparecería el bigote y llegaría la tableta de chocolate, pero la imagen que mejor retrata la cara de ese periodo fue aquella de Aznar y George Bush con las botas sobre la mesa en actitud chulesca.                                                                                                                                                             La cara de Zapatero tenía otro "talante", pero lo que transmitía dignidad en un principio, término siendo un rictus un tanto patético cuando trató de vender la moto de los “brotes verdes”. Mientras tanto, el rostro de Euskadi se tornaba de nuevo grave y un tanto altivo tras el pacto de Lizarra-Garazi y la llegada al poder de Ibarretxe y su insistente plan.
Tras un breve periodo protagonizado por la cara de incredulidad del breve Patxi Lopez en Ajuria Enea, la cara actual es la de Urkullu. Una cara petrea, como esculpida, digna de figurar en el monte Rushmore. Tras tantos años de sobresaltos y portadas de periódicos, la imagen de Euskadi es ahora institucional, rígida y sin sobresaltos –que ahora se dejan para otros-
Mientras tanto, en Madrid parece perpeturase la cara de Rajoy. Hubo un día en el que nadie daba un duro por él. Y mira. Los algoritmos resultantes de un país donde la corrupción se perdona más que el independentismo y lo que hay a la izquierda del PSOE sigue dando miedo nos da este resultado. Una cara cómica y trágica, sólida y líquida.  Una imagen que a nadie parece convencer del todo excepto... al equipo el “El Intermedio”, que sin duda seguirá celebrando su triunfo por todo lo alto.

        

4 comentarios:

Antxon Rabella dijo...



Es cierto y surrealista. Esa cara de Rajoy sigue siendo votada, y ha dado una gran cobertura a un "El intermedio", que, sin duda no hubiera tenido tanta audiencia recordando los desastres en que nos mete a los ciudadanos, el partido de Mariano. Y siguen votándole.

Yo pensé que el malo no lo era de por sí, sino que necesitaba hacer zancadillas para llegar al poder y mantenerse. Éstos, además de mantenerse, no cumplen nada, se lo llevan todo, y les siguen votando. La ciudadanía le da barra libre. Entonces ya mi teoría se viene abajo. Mucha gente vota, perdonando al que le roba. Yo, no puedo entenderlo, pero sucede.
En oposición al rostro "neutro" y "cómico trágico", permanente de Rajoy, está el de uno que llevando coleta, ha tenido que poner rostros de todos los registros posibles. Desde el justiciero protestón del principio, al progresista que debe mantenerse tranquilo pero ingenioso, de ahora.

Hauxe duk hauxe, gure, destinu petrala..

Juli Gan dijo...

Buena distribución de caras y épocas. ¿Rajoy de qué tiene cara, de hombre perdido, de medianía que ha de huir hacia adelante? A Urkullu en casa lo llamamos Robocop, es hierático, pétreo y contiene las facciones para no mostrar estados de ánimo, parece el policía robotizado aquel. Urkullu se queda cuatro años más, pero, ¿Cambiaremos la cara de Rajoy por otra? me temo que no.

nineuk dijo...

La única manera de superar una situación en la que la corrupción generalizada se premia con más poder es que se refunde la izquierda con una propuesta que incluya consultas. De lo contrario nos podemos pepernizar.

susana dijo...

¡Qué buena y concisa la descripción de cada uno!
Totalmente de acuerdo contigo con esa propuesta, pero que "grisura" de políticos nos rodea.