jueves, 3 de agosto de 2017

REWIND

Ver viejos vídeos no siempre es una experiencia tan dulce como imaginábamos.
Ocurre a menudo, por lo que he podido comprobar. El nacimiento de tu primer retoño lleva aparejado la adquisición de tu primera cámara de vídeo. Al principio todo te parece apasionante: el primer pañal, las primeras reacciones, los primeros pasos...
Pasados los años, la colección de cintas empieza a ocupar un espacio más que razonable. Se acumulan en el cajón competiciones deportivas, galas navideñas, fiestas patronales, carnavales, vacaciones en el mar y decenas de "Zorionak Zuri" desafinados.
Es habitual también que los siguiente vástagos cuenten con menos minutos de inmortalidad. Es un proceso lógico. Los primogénitos suelen contar con más archivo personal y también con muchas más visitas relámpago  absurdas a urgencias.
Lo cierto es que todas estas escenas cotidianas, grabadas con vocación cineasta, aspiran a futuros alegres visionados. Uno se imagina contemplándolos en familia, gozando con cada escena, recuperando la emoción de los momentos vividos.
Pero el tiempo tiene la maldita costumbre de funcionar al margen de nuestros planes y no siempre se cumplen nuestras optimistas previsiones.
Un día cualquiera, cuando menos lo esperas, una visita veraniega te anima a desempolvar la vieja cámara de vídeo. Hay algo que te hace temer las consecuencias de ese acto. Alguna remota experiencia previa te recuerda que esas sesiones no siempre funcionan en clave "entrañable".
Hay gente, la conozco, que se preocupa en guardar con mimo sus recuerdos personales. Yo no soy uno de ellos. Mis cintas están "ordenadas" por años y, a lo sumo, con algún comentario genérico del tipo "Vacatas en Mallorca". Así que las posibilidades de que aparezcan imágenes inesperadas aumentan.
Para mi sorpresa, la vieja cámara del año 95 sigue funcionando y su adaptación a mi televisor 2017 es mucho más sencilla de lo esperado. Nuestras vidas pasadas empiezan a reproducirse en pantalla. Cuando menos te lo esperas surge el primer cadáver. Ahí está tu gran amiga, vitalista al cien por cien, preocupada porque su hija no acaba de comer bien, relatando historias cotidianas, haciendo burla a la cámara... Ver tanta vida en una muerta resulta demoledor. La tristeza se adueña de la sala.
Hay otro aspecto que me resulta mucho más inquietante en vídeo que en fotografía. Las imágenes estáticas de la infancia me suelen despertar  ternura, pero las imágenes con voz y movimiento... es como si ese ser ya no existiera, como si se tratara de desconocidos, me suele resultar bastante inquietante, la verdad.
Luego están las modas. Parece increíble que en unas pocas décadas hayan cambiado tanto. Esos abrigos, esos cuellos, esos peinados..."algún día -parecen decir- eso que llevas también te resultará raro, es inevitable".
Los viejos vídeos van pasando y dejan un poso agridulce. Nos hablan de lo eterno y de lo que no volverá. Nos sitúan en un lugar que ya no existe, sin los filtros tramposos de la memoria, tal cual éramos en aquellos años, cuando creímos que el mundo se había parado con nuestra reciente paternidad. La pelicula "Un Instante en la Vida Ajena" de Jose Luis López-Linares y Javier Reoyo lo refleja con certera contundencia.
Ya lo dejó escrito Mary Schmich en su ensayo "Usa Protector Solar": "Créeme, dentro de veinte años, cuando mires tus viejas fotografías te darás cuenta de cuántas oportunidades tenías y de lo hermoso que eras en realidad"


4 comentarios:

Juli Gan dijo...

Es terrible. Tu post, no, sino la atmósfera. Como dije en la RS donde publicaste esto mismo, es algo triste, pero porque el tema lo es. Muchas veces pienso, viendo vídeos no necesariamente con mucha antigüedad, quizá unos cinco años nada más, que los vídeos degradan el recuerdo. Y cada vez lo pienso más. Todo el mundo viendo un espectáculo por la pantalla del móvil mientras lo graba, perdiéndose el natural. Al final, ni los vídeos se acaban viendo. Ah, Nineuk, el tema es triste y así tiene que ser. Tú escribe lo que te pida el cuerpo, que se te da muy bien. ;)

Anónimo dijo...

Leyendo la respuesta que te he dado en FB, me da la impresión de que puedo parecer un tanto secante... y no lo pretendía. Lo que digo en realidad es que los escritos (como te ocurre a ti también) son como las mareas; hay días para el humor (que a veces puede ser corrosivo) y días para la tristeza. Como se dice tanto ahora : "Sin más". Me aferro a tu consejo y te sigo atentamente. Eutsi goiari!!

Antxon Rabella dijo...


Vaya, leyéndote me ha parecido sentir una especie de sensación (probablemente algo absurda y surrealista) de, la imágenes no dicen la verdad de lo que pasó, si no que la verdad es la que uno recuerda. Las imágenes son una ficción traidora de nuestros "entrañables" recuerdos que tanto nos adorna el subconsciente para sobrevivir.
Pero bueno, me ha gustado. Triste sí, pero estoy con Juli, los vídeos degradan el recuerdo (en el sentido de que para mí éste sería el valioso). Y es verdad escribe sobre lo que te parezca que casi lo haces tan bien como Juli

Anónimo dijo...

Pues más bien pienso, querido Antxon, que con los recuerdos hacemos trampa. Los vídeos nos plantan en la cara cosas que no sospechábamos. Yo siempre he creído, por ejemplo, pasar de la moda... al verme en esos vídeos comprendo que eso es simple ignorancia. Llevo vaqueros , sí, pero con otro tiro, otra hechura...otro estilo, los cuellos de la camisa o el estilo de los malditos calcetines (que parecen obsesionar a cierto tipo de gente)... Esto, que puede ser anecdótico es aplicable a otros asuntos más serios. Eras quien eras, no quien elaboras en tus tramposos recuerdos.
Abrazo Antxon.