martes, 20 de octubre de 2020

MAGIA POTAGIA

No es por ninguna razón especial, pero el mundo de la magia y de los magos nunca ha tenido demasiada importancia en mi vida. Recuerdo algunos prestidigitadores en los circos de mi infancia y me encantaba Tamarit en sus apariciones televisivas. Poco más. Cuando mis hijas eran pequeñas también tuve ocasión de ver en directo al “mago Chan” y reconozco que aluciné con su capacidad de dominar a varios adolescentes borrachos que pretendían burlarse de él de un “Ibiladia”. Los espectáculos de magos, hipnotizadores y ciertos cómicos suelen incluir el consabido número del “voluntario” sacado a escena con el que se practican todo tipo de chanzas cercanas a la humillación. Al parecer, para que se rían cien tiene que sufrir uno. Este hecho me ha disuadido de acudir a ese tipo de eventos en más de una ocasión. Así que no era excesivo mi entusiasmo cuando me propusieron entrevistar en la radio a un mago “tan bueno como el mago POP”, pero finalmente me convencieron. Así que el día anterior a mi cita con los oyentes entraba yo en el teatro a ver el primer espectáculo de magia para adultos de mi vida. Quizá precisamente por eso, por el factor “novedad” el show me resultó bastante divertido. “Mag Marín”, que así se presentaba el artista, venía desde Barcelona avalado por el primer premio obtenido en un “Talent Show” de Televisión Española. La sala presentaba un lleno casi completo, con un público predispuesto desde el principio al disfrute. Su espectáculo mezclaba el humor y los trucos con bastante eficacia. No era lo más divertido que haya visto en mi vida, pero por un rato me estaba olvidando del COVID y demás miserias cotidianas a base de risas y de trucos curiosos. El espectáculo comenzó con el “Higway To Hell” de los AC/DC sonando a todo trapo en un enorme radio-cassete que desapareció delante de nuestras narices. (Eso prometía). Más adelante llegaron unos típicos números de adivinación de naipes y pronto comenzó el desfile de espectadores. Primero hizo subir a un niño al que hizo desaparecer el agua de su vaso y después sacó a escena a una muchacha con la que bailó y cantó después de adivinar sus gustos y preferencias. Cuando ya parecía que el espectáculo no daba mas de sí. Tuvo que pasar. Sacó a un morrosko de Arrigorriaga a escena y le pidió que sacara a otros cuatro pringados. Si, efectivamente inteligente lector: fui uno de los elegidos. Afortunadamente el número no era demasiado humillante, tan solo tuve que hacer una suma y bailotear un poco al ritmo que nos marcaba el artista. Bueno y aguantar sonriente -aunque con mascarilla- alguna que otra bromita boba. Vale, no es para tanto. Hace años a un amigo mío un hipnotizador le hizo ponerse a cuatro patas y emular a varios animales (incluidos el mono y el burro) sin ser siquiera consciente de que lo hacía. Cuando volvió en sí, todos los espectadores que llenaban el teatro reían y aplaudían a un tipo absolutamente abrumado y avergonzado. Al día siguiente de mi estreno como “voluntario”, a primera hora de la mañana “Mag Marin” estaba en el hall de la radio. No me reconoció al verme (ahora ya sin mascarilla) pero sí cuando le fui dando pistas durante la entrevista. Yo iba a tomarme la venganza y pensaba contarle a todo el mundo como se hacía el truco que hizo con nosotros (y que yo había descubierto) . Pero justo cuando estaba a punto de hacerlo… me hizo desaparecer. Y ahora ni siquiera sé dónde estoy.

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