viernes, 7 de diciembre de 2007

LA RADIO ENCENDIDA. (intro)





Esta es la introducción del libro de relatos que he publicado.
LA RADIO ENCENDIDA

Mi primera conciencia de que existiera la radio se sitúa en casa de Don Ángel, en los ya remotos sesenta. Era un anciano fascinante, capitán retirado de la martina mercante, que por alguna razón -probablemente el hecho mismo de que le prestara atención- me tenía un gran cariño. Vivía sólo en aquel piso de alquiler, dos plantas más abajo que el de mi familia. Eramos vecinos de una vieja escalera pero cada hogar era un mundo. El de Don Ángel era decididamente un mundo anterior. Sus cuadros, sus cazuelas, sus interruptores de mariposa se obstinaban en permanecer varias décadas atrás. El televisor jamás penetró en aquel templo rancio donde los olores eran más intensos y los colores más pardos. En un lugar privilegiado de la cocina se alzaba aquel gigantesco aparato de radio, una reliquia de botones dorados y detalles ornamentales en plena era espacial. Mientras el viejo me relataba historias apasionantes yo solía perderme en los detalles de aquel fantástico dial: Un mapa mundi del que surgían líneas indicativas que señalaban ciudades de ensueño: Nueva Delhi, Sydney, Berlín, Nelbournes, Moscú. Era de suponer que con un simple girar de rueda uno podría tener noticias de todos aquellos exóticos lugares, pero él jamás se movía de su estación favorita, una emisora francesa donde una voz cansina iba presentando canciones: boleros, fox-trots, cha cha chas, piezas orquestales, siempre envueltas en una maraña de pitidos y parásitos que daban a la música un hálito espectral.
Don Ángel se empeñaba en inculcarme, por encima de todo, el odio al progreso codicioso. Yo no entendía muy bien qué demonios le habían hecho las fábricas y los rascacielos para odiarlos tanto y a veces sospechaba que había algo de obstinación senil.
Pero alguna razón tenía el buen hombre. Una noche de 1966 un tren cargado de cisternas con gas butano explotó junto a las instalaciones de Campsa en el puerto y una inmensa bola de fuego pendió sobre nuestras cabezas durantes largas horas de angustia. Cientos de familias salieron despavoridas de sus casas con lo puesto y si no se produjo una catástrofe espeluznante fue gracias al intenso trabajo de los bomberos enfriando durante horas aquellos depósitos con grave riesgo de sus vidas. Mi casa se llenó de vecinos y familiares que trataban inútilmente de saber qué estaba pasando. La radio permanecía ajena a la tragedia y así continuó hasta que bien entrada la madrugada empezó a balbucear noticias imprecisas siempre bajo el lema "las autoridades lo tienen todo bajo control". Y tanto que sí. Pocos días después mis retinas infantiles grabaron para siempre la primera vez que veían a la Guardia Civil en acción, disolviendo una inmensa concentración ante el ayuntamiento de personas que protestaban por el peligro objetivo que suponían aquellos depósitos, muchas de ellas se habían quedado , literalmente, sin casa. La radio tampoco dio cuenta de aquel repugnante ejemplo de prepotencia autoritaria. El mundo de la información no daba para muchas sorpresas, pero en otros territorios, la radio aún peleaba por el espacio que la televisión empezaba a quitarle.
Por edad aún pude conocer las últimas radionovelas y hasta el consultorio de la señora Francis. Eran ya ecos de otra época que me gustaba visitar como quien visita un museo. Como tantos chavales tuve también mi idilio con el transistor. Fue en una época el amigo que llevaba a mi cuarto y metía bajo mi almohada para que me contaba cosas apasionantes: las emisiones de Radio Luxemburgo que programaba música -para mí- celestial, "Para Vosotros Jóvenes" con Gonzalo García Pelayo, Carlos Tena y compañía, "Los Cuarenta Principales" cuando aún eran "La Efeeme" y Angel Mosterín gastaba bromas geniales a la audiencia, "Pasajeros de La Felicidad" con Callón y más tarde "Popular 3 Estéreo" donde Félix Linares pinchaba a los AC/DC y Jaime Romo elaboraba historias alucinantes. Fue precisamente en aquellos primeros setenta cuando descubrí también "Radio Paris" y "Radio Tirana" donde de pronto escuchabas informaciones increíbles sobre "acciones de la resistencia", censuras y convocatorias de huelga salpimentadas con la música de Paco Ibáñez, Víctor Jara ó Pantxoa eta Peio. Algunos amigos privilegiados tambien conseguían captar las emisiones de la mítica Radio Euskadi del exilio, algo que no estaba a la altura de mi pequeño receptor.
Tras la muerte de Franco la radio fue tomando la delantera informativa. A ella recurríamos todos para saber qué había pasado en la matanza de obreros de Vitoria, en Montejurra ó para enterarnos de la legalización del P.C. (A las nuevas generaciones les aclaro que no me refiero al ordenador sino al Partido Comunista).
Pero si hubo un periodo de radio intensiva ese fue el de la "mili". Los transistores hacían más cortas las guardias y más intensas las nostalgias. Es curioso comprobar cómo la escucha de los temas que estaban de moda entonces , consigue situarme de nuevo en la piel de aquel asustado soldadito que fui hasta llegar a sobrecogerme.
Aquel muchacho tímido y soñador jamás llegó siquiera a fabular con lo que le esperaba después: una banda de rock funcionando a pleno rendimiento y la oportunidad de entrar a la recién nacida radio pública vasca a hacer un programa de música... demasiado bonito para ser cierto. A pocos meses de verme tocando "fajina", "retreta" y "bandera" con mi turuta militar, me veía a mí mismo penetrando en unas estancias recién inauguradas custodiadas por los también recientes ertzainas y pasando ante una enorme ikurriña aterciopelada. Antes había hecho mis "pinitos" en dos emisoras locales de Portugalete de donde me habían echado con mas o menos tacto. Ahora me veía en unos estudios de lujo, con una nutrida fonoteca a mi disposición y calculando cuánto podría durar semejante bola. Pero aquella oportunidad que me dio el hoy Gurú televisivo Mikel Lejarza iba a durar mucho. A pocos meses de empezar saqué las oposiciones e inicié un periplo de tantos años que no quiero ni calcular.
En este tiempo me he visto corriendo en trifulcas de muy variado tenor, retransmitiendo la entrada de la gabarra del Athletic en su año del doblete, cubriendo catástrofes de las que marcan y terribles asesinatos que jamás podré borrar de mi retina. He conocido la práctica totalidad de las celebraciones festivas de renombre y sobre todo, he tocado muchos "palos" diferentes: Magazines sociales y culturales, informativos, unidad móvil, musicales, nocturnos, humorísticos...
Lo que tienes entre manos , destila dos de las facetas que más he cultivado en todos estos años: Relatos y pequeñas dramatizaciones. Es posible que de pronto tal o cual historia te sitúe en aquel recorrido de madrugada en coche, tras conocer al que ahora es tu "santo", o en aquella noche de insomnio en la que no te acababan de dar la noticia del nacimiento de tu hijo, o en alguna tarde de fuerte empollada en la que decidiste darte una tregua y encendiste la radio.
A diferencia de la música en directo, en radio no sabes que hay al otro lado. A menudo me cuentan cosas alucinantes sobre situaciones en la que yo estaba ahí, agazapado en el aparatito de radio, ajeno a lo que ocurría al otro lado del éter.
No sé que te parecerán estas piezas pero quiero que sepas que hay en ellas todo el amor, toda la imaginación y todas las ganas de compartir sentimientos que he sido capaz de concitar. Confío al menos en que no te arrepientas de haberlo adquirido.
Agur bero bat eta nahi duzun arte.

2 comentarios:

Antxon Rabella dijo...

No sé donde está la barrera entre la crítica objetiva y el amiguismo. Pero yo leí este libro, antes de conocer al autor y los relatos son de aupa. El primero será el más divertido que haya leído nunca. Sobre todo, porque la literatura, al querer ser seria hasta en el humor, se olvida muchas veces de que se puede divertir a la gente escribiendo. Vergas Llosa la toma demasiado en serio al hablar de la civilización del espectáculo y poniéndose Él y otros "grandes" como ejemplo de aquella literatura que se convierte en referente Cultural, cívico y hasta ético; vamos como directrices que ahondan en la "esencia" del ser humano. Se olvida que de que hay sana y necesaria frivolidad. La palabra "divertir" sería para él demasiado frívola para aplicarla a la literatura. No estoy de acuerdo. Puedo recomendar este libro, pues me encantó sin haber conocido al autor y me lo leí dos veces. Lo recomiendo legitimado por la evidencia de que soy un gran observador del mundo y un imprescindible escritor. Además de un tanto gilipollas.

nineuk dijo...

Y alguien capaz de producir sonrisas y hasta carcajadas, a veces manejan material terrorífico, que ya tiene mérito. Yo quedé muy contento con el resultado de este libro. Buena parte de mis neuras y visiones están ahí y creo que de forma digna. gente que admiro como Pedro Ugarte o Angel Mosterin le dedicaron palabras de elogio. La pena es que me queda un ejemplar, que gusrdo con mimo. Menos mal que la red nos permite guardar otro para público disfrute. Eskerrik Asko Antxon. Y yo que no creía en el Olentzero ;-)