lunes, 18 de febrero de 2019

DULCE LIMONADA.

Foto: Txelu Angoitia
Ocurrió en una noche fresca de mayo, hace dos años. Algunos de los que trabajábamos en torno al festival 'Exib' de nuevas músicas latinas, nos reunimos para cenar junto a un limonero gigante. Estábamos en el Alentejo portugués, concretamente en Évora. Teníamos diferentes tareas en ese festival. Algunos estábamos como periodistas, otros eran músicos o conferenciantes. Muchos de nosotros no nos conocíamos previamente.

Por ahí andaba Gani Mirzo, venido desde el Kurdistán Sirio. Vive desde hace tiempo en Barcelona aunque, este enorme intérprete de laúd sigue en contacto con los campamentos de refugiados y participa a menudo en las iniciativas de solidaridad con ellos. Estaban también la mexicana Marieta Bracho, directora del museo nacional de la máscara; la cantautora y productora Beatriz Aguiar de Uruguay y su paisana Nati Sobera, del Servicio Oficial de Difusión, Representaciones y Espectáculos. Frente a mí se sentó Manuel Luna antropólogo y músico de Cantabria flanqueado por dos artistas vascos de larga experiencia a los que ya conocía: Fran Lasuen (Izukaitz, Oskorri) y Jose Martín Zarko (Ganbara, Alboka, Xarnege) . Estaban también por ahí Stephanie Loustau del festival latino de Baiona, Jone Santana y un periodista británico del “Rock & Folk”, cuyo nombre he olvidado...

La verdad es que, en un principio, no contaba con que fuera una cena extraordinaria, pero como ocurre tantas veces en esta vida, la magia suele surgir cuando menos lo esperamos. Tras las animadas charlas de la sobremesa, la noche se alargó más allá de cualquier previsión y el tiempo perdió su sentido mecido entre la música. Una guitarra caída del cielo fue a parar a las manos de Manuel Luna y los allí reunidos estuvimos horas y horas cantando y riendo a su son. «No me mandes más jamones/ Que tengo la casa llena/ Que luego 'tos' se me juntan/ Y me vienen los problemas»... Utilizando estos versos a modo de 'leitmotiv', los estribillos contagiosos del trovador cántabro se mezclaron con repertorio popular. Vasos, platos y la propia mesa se convirtieron en improvisada percusión.
De madrugada, el dueño del restaurante “Moi-Te” , plenamente integrado en la fiesta, nos regaló sendos limones con los que posamos para perpetuar el momento.
Todo aquello pudo quedar en un bonito recuerdo, pero aquella noche se plantó la semilla de lo que, con el tiempo, desembocaría en toda una banda: “International Citrus Band” . Ahora, de la mano del sello Agorila nos llega su primer trabajo: 'Latitudes' , el reflejo musical de una relación que se ha ido fraguando en complicados encuentros por diferentes países. Como ellos mismos dicen en su presentación: “una milonga uruguaya, tanguillos del sureste español, una tonada cántabra, baladas y tiempos del País Vasco, danzas y melodías kurdas, recuerdos del Alentejo portugués y algún guiño a esos aires atlánticos surgidos en el ir y venir , entre otros, son los enseres sonoros que contiene este baúl proveniente de muy diversas latitudes”.
Un trabajo de estas características cuenta con un peligro evidente: convertirse en una mera colección de canciones de muy diversos orígenes. Pero no es eso lo que nos llega al oír este disco. Poniendo en la paleta diferentes colores y brillos, han conseguido pintar un cuadro que tiene sentido propio. El euskara, el castellano, el curdo, el portugués... se mezclan con los instrumentos propios de diferentes países, para completar un cuadro coherente y muy evocador.

Dicen en los países anglosajones: «Si del cielo caen limones tendrás que hacer limonada». Realmente deliciosa la que “I.C.B” nos da de beber.

2 comentarios:

Antxon Rabella dijo...



Me alegro mucho de esa genial experiencia y de sus resultados frescos. El buen rollo y la buena música son de lo mejorcito que hay por aquí.

nineuk dijo...

Totalmente de acuerdo Antxon. Un abrazo.