Lo más triste de Internet no son los bombardeos publicitarios ni la pornografía adherida. No, ni siquiera el nada imaginario riesgo de que te arruinen el disco duro con algún bicho del demonio. Es muy fácil recurrir al consabido «el infierno son los otros», pero a poco que mantengamos la mirada firme en el espejo, hemos de reconocer que el invento nos retrata en toda nuestra precariedad.
Aquellos días de inicial entusiasmo navegador van derivando en tediosos y cansinos paseítos en barca por un estanque de aguas más bien cenagosas: descargas de discos que no escuchamos, de películas que no vemos, de juegos que abandonamos la tercera vez que nos matan. Pero a mí lo que más me asombra es el correo. Uno pensaba que la correspondencia con las amistades se multiplicaría, que casi podríamos saber de nuestras vidas en tiempo real. Pues no.
Tras unos primeros intercambios entusiastas, la libreta de contactos personales acaba siendo pasto de «documentos adjuntos» realmente desoladores. Leyendas urbanas absurdas como la que ligaba a Aznar con Cayetana Guillén Cuervo, o aquella otra que alarmaba sobre el cobro de las llamadas perdidas, las diaporamas grandilocuentes sobre el amor y la amistad con fotos de atardeceres melancólicos, chistes viejos, fotos bestias, poemas bobos, reflexiones tarugas sobre lucha de sexos, todo una y mil veces repetido y, para colmo, con la advertencia de que si no lo reenvías a otras diez víctimas te arrancarán la piel.
Eso sí, gracias al invento nos pueden dar las 5 de la mañana entretejiendo diálogos de besugos con desconocidos de dudosa identidad cuyas opiniones nos importan un pimiento. Y eso es lo, peor maldita sea, no tenemos ni la fuente de información, ni la herramienta de comunicación ni las emocionantes travesías por los mares del conocimiento, pero eso sí, ya tenemos otra engorrosa dependencia con la que desarrollar la cara de tont@.
2 comentarios:
muy bueno rober, derecho al centro del asunto, no tenemos cara de tontos porque sí, trabajamos duro todo el día haciendo todo lo posible por que se nos quede esa mirada vacuna. Ahora que lo pienso, qué hago yo aqui pasando estos minutos tan preciosos para echar la siesta. Hasta luego.
Noooooo habie nooooooo no lo hagas, todo esto era antes de descubrir los bloooooogs!!!!
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