Las tarjetas postales son un testimonio mudo del paso del tiempo. Hay pueblos que presentan pasados esplendores venidos a menos, otros que parecen haberse conservado en formol. Lo de Santurtzi (o Santurce, como más rabia te dé) es de un revelador que aplasta. Sólo cien años atrás, esto era una recoleta aldea marinera, protegida de un mar irascible por un muelle de piedra y presidido por una iglesia que lo dominaba todo. A medida que las fechas se van acercando, se pueden apreciar vistas que nos hablan de un Santurtzi con vocación estival plasmada en palacios que un día fueron espléndidos. Las décadas de los treinta, cuarenta y cincuenta, nos van mostrando una aldea que se convierte en pequeña urbe y los sesenta-setenta nos hablan a las claras de crecimiento salvaje, descontrolado. Hay una postal elocuente fechada en el 66 que nos muestra una amenazante bola roja sobre la noche santurtziarra, un documento que me sitúa en la primera conciencia clara de lo que significa la palabra pánico: la explosión del butano.
El Santurtzi que describen Sotera, la sardinera rapsoda o Genaro Urtiaga, tiene poco que ver con el que yo he vivido. Los que avanzamos por la cuesta de los cuarenta, hemos visto desaparecer las campas donde jugábamos para construir inmuebles abusivos, hemos ido viendo como el mar donde un día llegamos a bañarnos se convertía en un cenagal y como una explanada de grúas y containers se iban comiendo la mayor parte de la costa.por la que paseábamos. Sí la conquista del oro cambió el oeste americano, el hierro revolucionó toda la margen izquierda de la ría de Bilbao. A mí solía darme rabia el comentario de un amigo madrileño, residente eventual en el pueblo y compañero de clase: "En realidad toda la margen izquierda es como un solo pueblo, al fin y al cabo no se notan zonas sin casas". Su lógica, carente de prejuicios, era aplastante, pero uno en su ingenuidad adolescente prefiere pensar que su pueblo es único, que las diferencias con Portugalete ó Sestao son casi insalvables. Lo cierto es que llega un momento, cuando empiezas a tratar con gentes de otras zonas, en el que notas cierta condolencia cuando dices de dónde eres. Para muchos ignorantes, se trata de una especie de getho abigarrado entre el Serantes y el mar sin mayores encantos que su pasado arrantzale. Es entonces cuando prende el orgullo -siempre un poco absurdo, vale- de mi ciudad de origen: Santurtzi es un pueblo que puede mirar con orgullo su pasado, que en la guerra estuvo en el bando adecuado y protagonizó un franquismo repleto de huelgas y represión. En Santurtzi se crió Lezo Urreztieta, uno de los pocos históricos del nacionalismo al que respetan los más furibundos anti nacionalistas, símbolo de la unidad antifranquista como pocos. De Santurtzi es Xabier Larena, uno de los protagonistas del histórico juicio de Burgos y Andolin Eguzkitza académico de la lengua vasca hasta su reciente y repentina muerte. No sigo con la lista de celebridades porque todas las listas están abocadas a la injusticia de las ausencias y además, no doy tanta importancia a los nombres como a lo que ellos significan.
El pueblo donde yo he crecido es el de "la calle del dólar" en plena efervescencia, el del "Katxeiro" y el "Dínamo San Juan" (elocuente nombre también). Es el pueblo de las glorias bogadoras y de las peleas multitudinarias en sus densas discotecas. El pueblo del "Patricia" y del "Hispania", Ferris a Gran Bretaña, antecedentes del actual "Pride of Bilbao",un lugar por cuyas calles siempre hemos conocido extranjeros erráticos, mucho antes del "efecto Guggenheim". El pueblo del monte Serantes, con sus enigmáticos fortines y sus cuevas repletas de leyendas: "le llaman la cueva del capitán porque un capitán se despeñó por ella cuando se dirigía al fortín en su caballo...y todavía se oyen sus lamentos". Así me lo relataron cierto día de "cornites", otra fiesta patria de inconfundible sabor autóctono . Mi pueblo es también el de Eskorbuto testigos geniales y malogrados de una época ávida de experiencias y el de tantos otros rockeros que un día soñamos haber nacido en Liverpool.
Sin duda, todos estos Santurtzis y otros que no me cabrían en una enciclopedia completa, tienen poco que ver con el de las primeras postales e incluso con el de mis padres. Es más, seguro que ya hay generaciones que apenas se reconocen en todo este rollo de abuelo cebolleta que me he marcado. Recientemente vi en televisión un reportaje sobre "tunning", protagonizado por jóvenes del pueblo y me parecía tan exótico como si fueran de Tombuctú.
Mi pueblo es también el de todos los que soñamos alguna vez con otras vidas pasadas en este mismo entorno: el tantas veces adorado , tantas odiado, siempre íntimo y siempre defendido: Santurtzi, Santurce.
2 comentarios:
Ese Drobeto, siempre se agradece leerte y más así, tan como de andar por casa. Me voy a hacer asiduo de tu sitio, lástima que no pongan unas cervecitas.
Te cito la leyenda de la sima del gran capitan para mi post. Agur. Ez nekien bloga zinenik.Pasatuko naiz.Ondo izan.
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