NARIZ DE PAYASO

"Con vuestro permiso, yo no me pongo esa cosa". El director ejecutivo acababa de repartir narices de payaso entre todos los directivos. Era parte de la nueva estrategia dinamizadora tendente a crear un ambiente distendido en las reuniones. Observó que, de pronto, un denso silencio seguía a sus palabras. Todos le estaban mirando con una mezcla de curiosidad y malicia. Al parecer, aquello no era la sandez optativa que parecía.
El director ejecutivo volvió a invitarle, esta vez con cierto apremio. Ahí estaban todos, jóvenes tiburones en su mayoría luciendo sus enormes narices rojas y redondas como mandaba el manual y él, triste rémora del pasado, empeñado en seguir manteniendo la integridad de su cara. Violentado por la situación, tomo el pedazo de plástico y trató de encajarlo torpemente en su nariz. La bola rodó por la mesa entre carcajadas lacerantes y él por un instante pensó callarlos a todos aplastando aquella mierda bajo su puño. Pero no, balbuceando alguna disculpa, se colocó de nuevo la pelotita y la reunión pudo proseguir según lo previsto. Desde entonces, jamás ha podido quitarse la nariz de payaso.