GARI: CON UN NUDO EN LA GARGANTA

Una noche para la emotividad. Y mira que me jode a mí la emotividad. Lo siento pero es así. Supongo que ese término vale también para describir ciertos tipos euforia pero cuando decimos “fue muy emotivo” solemos pensar en lágrimas o similares y lo de ayer, por muchos motivos, tuvo mucho de eso. Todavía no me he sacado del cuerpo el chute de emociones que me metí entre pecho y espalda. Y el caso es que me las comí a pelo, sin excitantes ni colorantes. Sé que al artista, ahora, no le hacen puta gracia los músicos que suben al escenario sobre-revolucionados y evité oler un solo mosto, lo cual, hay que decirlo, se nota para bien.
Gari sorprendió a todo el mundo. No se trató, como era previsible, de un concierto suyo con muchos invitados sino más bien, de una sucesión de combinaciones (en las que él estaba en varios formatos o desaparecía) en tono acústico y más bien intimista (aunque con traca final).
BILBOROCK, por supuesto estaba hasta las cartolas. Los recientes cierres de salas y especialmente, como no, el del KAFE ANTZOKIA forzó que el aforo, controlado con un torno como los del metro, estuviera saturado desde el principio. Vamos , que ni siquiera se abrió la taquilla. Los guiños y mensajes de simpatía con el Antzoki fueron constantes, por allí andaban además todas las cabezas visibles.
Acostumbrados como estamos a que todos los conciertos sean previsibles, lo de ayer dejó con la boca abierta a todo el mundo (no me excluyo).
Vimos a las Fellini y a Yogurina Boroba haciendo chanzas bien atinadas en torno a sus niveles de euskera y acalarándonos que estaban allí porque “Gari nos hizo maricones”. Vimos al “Menton de Fogarti” y a “We Are Standart” versioneando convincentes a Mikel Laboa y vimos a Inés Osinaga, de “Gose” haciendo voces y bailando pegada a Francis Doctor Deseo. Joder, no hubo tiempo para el aburrimiento ni para lo previsible y por una vez, el mundo del euskara, el de castellano y hasta el del inglés se iban superponiendo y dando la mano sin mayores sobresaltos.
Dejando a un lado “lo mio”, que os he conseguido extraer y que no me corresponde a mí juzgar (solo diré que me encanto formar parte de aquello) , yo destacaría la interpretación de “El cantante” (con desfile de improvisadores-as y mención especial para Inés) y las versiones Aitormena y Amets , la primera en plan oscuro y la segunda en plan “Trance”, en la línea “Gose”.
Después llegaron los saludos , los abrazos, los nudos en la garganta y el Casco Viejo, cerrado a cal y canto a las 12.30 de la noche en pleno jueves. Oscuro y un tanto amenazador (solo nos cruzamos con unos botelloneros multiculturales con una tranca escandalosa y con una patrulla de la Ertzantza). Como tan a menudo ocurre en los últimos años, sólo quedaba, a pie, la alternativa “Antzoki” pero ¡qué digo yo! Si lo han chapado. Por cierto, nadie sabe muy bien de donde salió lo de McClan, pero al parecer es un malentendido. El cierre se produjo poco antes de Nochebuena cuando detectaron un exceso de gente a las cinco de la mañana (fuentes del propio Antzoki).
Gari se va para en Congo. Lo hace dejándonos a todos encantados, tristes y sin uno de los pocos artistas capaces de unir tantas sensibilidades diferentes como las que gozamos ayer. Fue de puta madre. Mierda.