Me piden unas líneas para "Rock Estatal" y les mando esto. Trata de trasladar la emoción de los instantes previos a nuestra vuelta a un escenario tras 15 años de parón:
Desde el pequeño camerino se escucha el nervioso murmullo del público expectante. Otra vez. Una sala perfecta, ni muy grande ni muy pequeña, más de setecientas cabezas, según los organizadores. El modesto “back-stage” bulle, nadie es capaz de estarse quieto.
En realidad llevamos ya muchos bolos a nuestras espaldas, no hay motivos para el pánico. Sólo un pequeño detalle: el último fue en 1995. El siglo pasado, vaya.
Entran los de la tele. Joder, se me había olvidado. Se instalan como pueden en una estancia imposible repleta de amigos, familiares y entusiasta peña local. Focazo, preguntas: ¿Cómo os sentís?,¿Os da miedo?, ¿Qué esperáis de la gente? , ¿Cómo andáis de forma física?
Todas las cuestiones que me inquietan en este instante escupidas una por una por la joven periodista. Hemos machacado muchas horas en el local de ensayo. Esto no puede fallar. Otra cosa es el fuelle. En momentos de debilidad anímica temo no llegar al final en condiciones. Me imagino a mí mismo desmayado o trasladado en ambulancia.
Es gracioso. Vivimos de nuestro pasado. Tenemos unos discos, un repertorio, una cierta épica cimentada en los recuerdos de algunos y la imaginación de otros. Sin embargo somos ahora “nuevos”. La sensación interna es la de absoluto estreno. Lo más excitante es ahora la propia actuación. Es como si alguien te dice de pronto: “Venga” ponte en la piel de Bon Scott y sal a ese escenario. Mejor todavía, porque es en la piel de tu propio personaje en la que vas a entrar otra vez. Sobrepasamos ampliamente la cuarentena pero nos sentimos como niños con zapatos nuevos. Varios de nuestros niños reales están allí, con nosotros, mirándolo todo con esa curiosidad infantil que casi te atraviesa, vestidos con la molona camiseta de la gira: “La gira de la basura reciclada” (Zarama birziklatuaren Bira) . En realidad no sabemos muy bien como ha sucedido. Hablábamos hace unos meses de un bolito para recordar y pasarlo bien y ahora tenemos varios firmados y en condiciones, rodeados de buenos profesionales y con una de las agencias más potentes del “rock estatal” (guiño).
Los chicos de la ETB se marchan con su aparataje. Me asomo un momento y observo a la peña expectante. La mayoría diría que son treintañeros. Algunos puede que estuvieran, muy jóvenes, en alguno de nuestros últimos directos, otros vendrán a vivir lo que les contaron sus hermanos mayores. Reconozco también a gente de Santurtzi: los Subversión X que aportan colorido post-punk al concierto del “Inserso”, gente de grupos de Bermeo y alrededores (Ost, Ken Zazpi...) y viejos camaradas que no se lo creen todavía.
Vuelvo para adentro, la tropa necesita calor. Los artistas nos apartamos a un rincón, repasamos “pintas” , bien, mucha camiseta negra (que disimula algunas morcillas) , vaqueros y zapatillas… hoy no es día de experimentos, vamos a lo seguro.
No estamos todos: Txus se fue a vivir a un pueblo de Sevilla y Alfonso a Barcelona. Mantenemos el contacto, pero su “reciclaje” era imposible. Para el bolo de Santurtzi (nuestro pueblo) ya hemos concertado una aparición estelar. Pero tampoco hemos hecho ningún “fichaje”, no están todos los que son, pero somos todos los que estamos: Ernesto, más batería que nunca, Tontxu: con hambre de demostrar el pedazo de guitar-man que es, Joseba que se ha pegado un curro de la hostia con las teclas para compensar la falta de un guitarra y Javi, el hijo pródigo que nos abandonara por un curro y al que la vida (y nosotros) damos una nueva oportunidad de lucir sus enormes habilidades al bajo (instrumento al que nació adosado).
Ahí, de nuevo, joder, después de tantos años, es emocionante…se escuchan silbidos, hay impaciencia, Putre – no podía faltar nuestro eterno e indisoluble Pepito Grillo- nos reclama. Atravesamos la distancia que nos separa de escena entre palmetazos y gritos de ánimo. El corazón adquiere una presencia desmedida en una caja torácica que se vuelve diminuta.
Vamos, vamos, no hay motivo para tanta taquicardia... ¿o sí? ¿Y si falla el sonido? ¿Y si te quedas ronco a la cuarta canción? ¿Y si se quedan todos pasmados, fríos, decepcionados? ¿Y si se van? ¿Y si nos tiran de todo?
Llegamos al final del túnel. Ahí están de nuevo: las tablas, los cables, los focos, el humo, la masa impaciente que transmite ilusión por un evento distinto.
Es un puto sueño (de hecho lo he tenido muchas veces). Grito la frase de presentación “Zarama taldea gaituzue” (Somos Basura) como tantas veces y suenan como un obús las primeras notas de “Kostako bidea” (el tren de la costa) mezcladas con una cálida bienvenida en forma de griterío.
En ese instante comprendo con total seguridad que todo va a salir de puta madre.
10 comentarios:
Pues gracias por volver! Me parece que la última vez que os disfruté fue en el Ibilaldia de Santurtzi. Gracias por colgar el gaueko buruko mina. Suena muy bien. Si venís por Barcelona -nunca se sabe-iré a escucharos. Zarama berziklatutaren kontenedorean sartuko naiz.
bienvenidos
Ser un músico frustrado significa que nunca podré sentir nada parecido...
Gazteak ginen,mundua jan behar genuela uste genuen, munduak jan gintuen baina oraidik hemen gaude, badut zuek berriro ikusteko gogoa....
uno de tus mejores post..
JULI GAN, HELUA, CAMIO : Eskerrik Asko
LUXKO: TOKI GUZTIEN JUBILATEM GARAIA HELDU DA!
Dani: En tus emocionantes cometidos actuales, seguro que has sentido cosas parecidas.
A mi también me ha guztado...y muzo. Eztaz zembrao. Por rancheras:
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¡Que bien cuentas las cosas! ¡Pensar que hay gente que está inundando el mercado de libros llenos de escritura torpe sobre historias de interés dudoso! ¡Vivan tus textos! (y vivan las interjecciones!!)
Espérate que un día de estos me arremando y me hago el nuevo crépusculo, o Millenium o Harry Potter... yo que se... oyes, el Vicente Fernandez ahí cantando to papao con el colegui, mirándose con ojitos dormilones...estos de tan machotes se salen de la tabla... ¿que no?
Uno de los motes de Vicente Fdez es "el mero macho" precisamente. Es uno de los grandes de la ranchera, tiene casi 60 discos publicados y un montón de películas. Con 69 años es una leyenda viva de México. El y Jose Alfredo Jiménez son los grandes nombres del género.
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