WHEN YOU'RE STRANGE

Jim y Ray querían hacer cine. Les ocurría en Los Angeles, California, a donde acudían peregrinos-as de todo el mundo a buscar su brillo en  la ciudad de las luces. Estados Unidos vivía el trauma de una guerra que no terminaba de ganar y los colectivos marginados del "American dream" pasaban a la acción exigiendo sus derechos civiles. Estallaba la contracultura, la búsqueda de nuevos limites sensoriales, los grandes festivales de la era hippie. La reacción no se anduvo con chiquitas. Hubo palos, carcel y líderes asesinados.
En algún momento, estos estudiantes de cine, deslumbrados por la época salvaje que les tocaba vivir,  decidieron protagonizar su propia película. Si conseguían un buen guión, ya habría alguien, algún día, que la filmara. Ese momento ha llegado, se llama "WHEN YOU'RE STRANGE" y acaba de estrenarse.
La breve pero intensa historia de THE DOORS, no necesita mucho más para ser interesante que el mero retrato de los hechos. "When You're Strange" no deja de ser un reciclado de viejas imágenes (algunas inéditas) reordenadas e interpretadas para contar una historia. Un relato creible y para nada mitificador que juega puntualmente con la fantasía pero alcanza su mayor impacto cuando nos muestra ciertos hechos tal como fueron regogidos: los largos meses de trabajo y sueños en la formación de la banda, la deslumbrante experiencia de la primera fama, la difícil convivencia con los fans, las tortuosas sesiones de grabación, siempre en busca de "algo más", las drogas, legales e ilegales, que ayudan a crear universos propios, a abrir "puertas" nuevas a la percepción, finalmente a arruinarlo todo...

Inevitablemente, la magnética figura de Jim Morrison cobra especial protagonismo. Hijo de militar (destinado en Vietnam), aficionado a la poesia de Rimbaud y Baudelaire, absesionado con Elvis (más tarde con Sinatra) cree firmemente en la fuerza de la banda (comienzan firmando todo lo que hacen como "The Doors") pero acaba brillando con luz propia por su innegable magnetismo personal. Su búsqueda de nuevas vías de comunicación con el público y su valor a la hora de probar de todo (y de tocar los huevos a la autoridad) acaban metiéndole en un callejón sin salida.

He disfrutado cada minuto de este documental. Hay detrás un trabajo evidente de documentación acerca de la banda y toda su época. Hay un respeto muy de agradecer por la música, que ocupa su espacio sin ralentizar el ritmo de la narración, un ritmo que mantiene el pulso admirablemente durante hora y media sin que aparezca un solo busto parlante contando batallitas. 

Después de aquel bodrio de Oliver Stone, se ha hecho justicia con una banda que -sin miedo se puede decir- marcó una época y dejó unos trabajos que siguen sonando intensos y vigentes cuarenta años después de su edición.