Formar una banda de rock. Viajar a lugares remotos donde te conocen miles de seguidores, tener ligues fantásticos de una noche, ganar dinero
fácil, ver mares de puños frente a ti, gargantas que acompañan tus estribillos.
¿Quién no ha soñado alguna vez con algo así?
Los AC/DC de la primera época lo reflejaban muy bien en
aquel: “Rock & Roll Singer”:
“Algún día estaré en la cima/Quiero ser una estrella/Ver mi
nombre escrito en luces/y una larga cola para verme/ llevar al demonio en la
sangre/ diciéndome lo que tengo que hacer/ mientras yo soy todo oidos”
Curiosamente el propio Bon Scott cantaba en la misma época
otro tema que podría considerarse su cara B: “It’s A Long Way To The Top If You Wanna Rock & Roll”:
“Me han robado/ Me han apedreado/ Me han zurrado/ Me han
roto los huesos/ Me han tomado el pelo /me han estafado/ Os lo digo en serio
amigos/ Es más duro de lo que parece”.
Josu Expósito. Foto Mariví Ibarrola |
El libro “Historia del Rock Vasco” de Elena Lopez Aguirre,
refleja muy bien todo esto. Te sumerges en su páginas y de pronto te encuentras
con aquel músico que valía un huevo y no sabes muy bien qué fue de él. Grupos
que tuvieron glorias efímeras, otros que vieron crecer su leyenda ya muertos.
Fracasos que parecían éxitos, éxitos que parecian catástrofes. Sabido es que no
siempre triunfa el talento (aunque es muy difícil hacerlo sin él) y que a veces
un buen golpe de suerte puede marcar la diferencia.
Luego están las bandas y sus tragicomedias internas. Hay
prototipos que se repiten mucho: El que quiere triunfar enseguida, el que
siente más “in”, el que se obsesiona con la autenticidad, el que manda, el que
quiere mandar, el que intriga, el que se lo cree a muerte y lo lleva hasta el
final (como tan bien se refleja en "Quadrophenia", de Pete Townsend)
El libro también refleja el grado de mitificación que han
alcanzado algunas de nuestras bandas ochentenas: grupos como RIP, Cicatriz ó
Eskorbuto viven momentos de literatura y documentales. Lo de estos últimos, que
me tocaron bien de cerca, es pasmoso: están en los lemas de los “indignados”,
en las camisetas de los artistas de moda, en decenas de versiones y en movidas
tan chuscas como la instalación esa de Santander, que duró unas pocas horas en
pie (ver esta entrada)
Ya lo cantaban ellos: “El Punk Ha Muerto/ Viva el Punk vivo
o muerto”
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