Imagen de la revista Triunfo en 1974 |
Ahora,
como se ha muerto, se cumple aquello de “a burro muerto la cebada al rabo” o lo
que es lo mismo: “líbrate del día de las alabanzas” . Yo mismo he hecho
algunas glosas sobre sus muchas aportaciones, que si el abuelo del punk, que si
el poeta maldito...
Y es verdad. Nadie puede negarle al Lou una
carrera llena de grandes canciones y que ha sido fuente de inspiración para
muchos espíritus inquietos. Pero a ver. En una mirada más reposada, tengo que
admitir que este hombre siempre me descolocó.
Yo
tendría unos 14 años cuando vi aquella foto en la progre revista “Triunfo”. Mi
hermano la solía comprar y se la leía de cabo a rabo. Yo ojeaba las fotos y me
divertía con el “Celtiberia Show” , una selección de detalles cutres de aquella
España de bomberos torero y combates de Urtain, entre copazos de Veterano que
“es cosa de hombres”.
La
foto, no muy nítida y en blanco y negro, ofrecía una imagen de tipo duro.
El titular me invitó a leer. “Lou Reed, portavoz
de una generación suicida". Casi ni hace falta que te lo resuma: la decadente New
York se contrapone al sueño hippie, sus canciones hablan de chulos, putas y
yonkis, trabajó con Andy Warhol ahora lo avala David Bowie...bla, bla bla.
Lo
escuché por primera vez en las desaparecidas “Galerías Preciados” de la plaza
de Zabalburu. A veces coincidía que la dependienta era simpática y te dejaba
escuchar alguna canción con aquellos auriculares de teléfono que surgían del
mostrador y casi siempre estaban rotos. Escuché “Walk On The Wild Side” y me
atrapó a la primera. Cuando Lou entona aquello de “Hey Babe” yo entendía
“Hippie”. Estaba hablando cara a cara con un hippie, con el hippismo mismo para
invitarle a probar “el lado salvaje”.
Me
busque la vida para hacerme con un ejemplar de “Transformer”, que me dejó un
compañero de clase y otro amigo, Imanol, precursor entonces exótico en lo de
pasar veranos en tierras nativas para aprender inglés, me trajo las versiones
no censuradas de “Berlin” y “Rock’n’roll Animal” que se convirtieron en discos
de cabecera y alzaron a Lou a puestos de mi ranking que solo gozaban los
Rolling Stones.
El
mismo día que murió Franco, mi personal celebración consistió en comprar el
“Lou Reed Live” y escucharlo hasta el agotamiento en aquel día sin clase.
Su
imagen entonces se había sofisticado. Recuerdo al milímetro aquel póster que
lucía en mi habitación. Pelo cortísimo teñido de rubio, gafas de sol medio policíacas,
camiseta negra de red, sin mangas, uñas pintadas de negro.
Hacia
el año 76, los abundantes garitos fumetas que proliferaron entonces por todos los
rincones sacaron virutas a los vinilos del Lou, muy especialmente al “Rock ‘n’roll Animal” que se convirtió en una especie de catecismo. Hay quien ha dejado escrito que “Heroin” es un reflejo de la miseria que conlleva la adicción al “caballo”,
pero el tema se había compuesto mucho antes, en los mediados sesenta, cuando
Lou Reed andaba en ello y sus cuatro últimas frases, con la viola de John Cale dando
un fondo apocalíptico a la versión original de la Velvet Underground, era bien
explícita: “Cuando el bocado empieza a fluir/ Me río de todo vosotros,
monigotes de esta ciudad/ Y todo el mundo intentando tirar a todo el mundo/ Y
todos los políticos produciendo ruidos enloquecidos/ Y todos los cadáveres
apilados en los cementerios.
En
muchas entrevistas he podido comprobar que a Lou Reed le irritaba que hablaran
de “Heroin” y sus posibles influencias nefastas. Es cierto que muchos
compañeros de batallas que se aficionaron a la heroína, escuchaban con fervor
ese disco, pero también lo es que muchos otros lo escuchábamos, incluso nos
molestábamos en conseguir la traducción de la letra y no nos dio por ahí. La especie de simios que
somos actúa a menudo por imitación, pero tampoco lo imitamos todo. Si hay
alguien que pudo promocionar el morbo por esas temáticas, esos fueron los
censores que señalaron con singular torpeza cuales eran las zonas “prohibidas”
normalmente sinónimo de “interesantes” y las amputaron de varios de sus discos.
Recuerdo
que por aquella época se especulaba mucho sobre lo que “duraría” Lou Reed.
Existía una foto en la que el tío simulaba meterse un chute en plena actuación y
siempre había (siempre hay) dispuestos a creerse que lo hacía de verdad...
En el
plano musical, aquellos dos directos grabados (supuestamente) en la Howard
Stein Academy of Music de Nueva York, era netamente rockista, mucho más de lo
que había sido la Velvet, pero a la vez, aquella banda, en la que
brillaban con especial esplendor los guitarras Dick Wagner y Steve Hunter
llevaba los esquemas rockeros a terrenos arriesgados. Nadie hoy en día
empezaría un disco con cinco minutos instrumentales, ellos lo hicieron ¡y
cómo!.
Una vez
ganados a los millones de adictos a la distorsión que estábamos abonados a ese
sonido, Lou va y se borra. Nadie lo entiende. Primero edita el “Metal Machine
Music”, un disco doble entregado a experimentar ruidos imposibles y después se
dedica a predicar la “Stupid Music” como nueva biblia. No estuvo mal el
“Coney Island Baby” con cortes quedones como “Charlie’s Girl’ o “The Gift”,
pero ya se le fue la mano en “Sally Can’t Dance” su intento frustrado por
penetrar en las pujantes discotecas de finales de los setenta (como habían
hecho con éxito los Rolling de “Miss You”) . Todos los seguimientos tienen un
límite y yo ahí ya me cansé. Discos como “Rock’n’roll Heart” o “Growing Up In
Public” me miraban desde los escaparates y me producían mucha pereza. Insistió
también con más directos como el penoso “Live In Italy” o aquel otro "Take No Prisioners", en el que
le robó descaradamente la portada a Nazario, el comiquero barcelonés. La
versiones que incluía de clásicos como “Satellite Of Love” eran largas y
aburridas a más no poder.
Cuando
nadie lo esperaba volvió a dar en el clavo con “New York” de 1989, un disco en
el que recuperaba sus esencias de cuero negro y su talento compositivo. Las
emisoras de radio volvieron a abrirle las puertas y el video de “Dirty Boulevard" asaltó las televisiones en un tiempo en el que las cadenas “generalistas”
no repudiaban la música.
Durante
todo este tiempo Lou Reed se ha movido en la contradicción que supone querer
superar su mito y necesitarlo para sobrevivir. Cada vez que un periodista le
mentaba “el malditismo” de su primera época le faltaba poco para morder, pero
luego no tuvo empacho en grabar junto a John Cale un homenaje a Andy Warhol, en
recomponer la “Velvet Underground” para grabar un potente directo en Paris o
preparar un concierto basado únicamente en el disco “Berlín”. Tampoco le hizo
ascos a la versión de “Perfect Day” que grabaron decenas de cantantes de moda para fines
humanitarios y es que un tema así casi justifica por sí solo su existencia.
Dos veces
lo vi en directo y en las dos me decepcionó. La primera en el 84, en el Velódromo de Anoeta, con aquella banda
fofa que lo acolchaba todo y la segunda hace unos pocos años en el Palacio
Euskalduna, con un show extraño en el que tal parecía que nos habíamos
equivocado de artista.
En uno
de sus últimos encuentros con la prensa, en Cannes, Reed se lamentaba de la
mierda de pasta que dejaban las ventas en Internet y daba “la clave” para
mantener la inspiración: “me masturbo todos los días”. También fue sonada otra
rueda de prensa, hace un par de años en Barcelona. Cansado de que le
preguntaran por la política de su país se lanzó a interrogar a los periodistas
sobre “El conflicto vasco” y “la exhumación del cadáver de García Lorca”. Su
esposa , Laurie Anderson nos revela ahora que el artista murió en paz, justo
cuando realizaba la postura 21 del Tai Chi mirando a los árboles. Tres horas
antes había colgado la fotografía de una puerta con su póster en Twiter y
Facebook. En esa imagen nos devolvía al Lou Reed del esplendor: casi casi aquel
de la foto de “Triunfo” que convivía con densos artículos sobre el destino del
Trotskismo y los letreros casposos del Celtiberia Show que recopilaba Luis Carandell.
9 comentarios:
Quitando lo de la banda "fofa" del 84 (precisamente estaban el feroz ex-VoidOid Robert Quine y Fernando Saunders, gran bajista), fue la única vez que vi a Lou Reed y me gustó mucho el concierto, un artículo modélico. Enhorabuena
Recuerdo aquel ejemplar de Triunfo, mi hermano lo compraba y leiamos entre lineas.
Un saludo
Soy un poco más jóven, no mucho más... Pero el "Rock and Roll Animal" fue muy importante en mi adolescencia. Con el cassette que lo soportaba, estrené mi primer Walkman. Era ek año 1980. Tenia 16 años y con su música me fumé mis primeros canutos y me convertí en un chaval desobediente y rebelde. Y todavía lo soy, aunque sin Walkman.
Brutal como casi siempre.
Oso ondo Roberto.
Lo de "Heroin" es como "Junkie", de Burroughs. Para unos era un manual de instrucciones y para otros (entre los que me cuento) una advertencia de lo que nos esperaba con la heroína en un contexto prohibicionista. Por lo demás, estos automatismos del pensamiento subnormal ("oí Heroin y me hice yonqui") no aguantan un examen detenido. El proceso sería: oír a Lou Reed, admirarle, interesarse por el caballo -a pesar de que "Heroin" o "Waiting for my man" son más disuasorias que incitatorias-, probarlo, superar el rechazo que suele producir las primeras veces en muchos consumidores, insistir, que te guste, pasar del uso ocasional al semanal y luego al diario durante el tiempo necesario para que le veas las orejas al mono, etc. Vamos, que se trata de un proceso largo, sinuoso y con muchas etapas que impide a cualquier persona mínimamente razonable establecer una relación univoca entre oír a Lou Reed y hacerse yonqui.
Buen artículo. Yo también estuve en Anoeta en el 84, pero mi recuerdo no es el de una banda fofa, sino el de un Lou Reed acabado, apático, malcumpliendo es expediente. Aunque el otro día oí un comentario de un fan que lo recordaba como un gran concierto. Cada cuál cuenta la feria según le va en ella.
También compré el Take no Prisioners, también me pareció lleno de versiones largas y aburridas, pero la portada que tiene mi vinilo no es la Nazarista, sino la foto de Lou con tonos naranjas.
Hacía tiempo que no veía de golpe tantos comentarios y encima tan estimulantes.
DDAA: es verdad, quizá lo de "banda fofa" pueda resultar un tanto faltón, mas bien cabría hablar de arreglos "fofos" (para mi gusto particular) que convertían clásicos incontestables en pálidos reflejos bostezantes. Lo que comentas sobre la influencia del caballo lo comparto al 100%. A mí desde luego tanto Burroughs como él me disuadieron por completo.
Camio: Lo de triunfo era curioso, su nombre provenía de la "triunfal" posguerra y sutilmente se fue llenado de rojos que nos iban contando como iba el feminismo o la droga o el hippismo más allá de los pirineos. El autor del artículo sobre Lou Reed era Eduardo haro Ibars, víctima tambien, años después, del caballo.
Napoleon: Lei en cierta ocasión que se trata de un falso directo recreado en estudio. El autor de aquel artículo aseguraba que poseia el disco pirata de la verdadera actuación y no era exactamente igual...
Mario: Gracias Mario, lo tuyo si que es "brutal".
Anónimo: hace poco tuve la ocasión de charlar con Nazario. Me dijo que Lou Reed fue condenado a indemnizarle y a cambiar de portada pero no a publicarla con su nombre, como él quería. En el juicio, el abogado de Lou Reed argumentó que Nazario se había inspirado en el universo "Reed" para su realización...
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