"Marriaje Story" |
Pero al margen de todas estas reflexiones, lo cierto es que el Reino Unido, más dividido que nunca, se aleja de nuestras costas como el barco de Kaxiano, seguramente para abrazar a los familiares del otro lado del océano que tanto les han animado a lo largo de todo el proceso.
Ya sé que, hagan lo que hagan, ellos seguirán siendo europeos y, aunque a muchos británicos les gusta mirarnos por encima del hombro, lo cierto es que hay algo doloroso en este divorcio. Nos guste o no, Europa sin Gran Bretaña es mucho menos Europa. Más que divorcio, puede ser una especie de 'amputación'. Recuerdo ahora aquel primer viaje a Inglaterra en 1977. Íbamos a recoger manzanas al norte del país. España aún no estaba en el 'Mercado Común' de la época y tuvimos que hacer una larga y lenta fila en el aeropuerto. Entonces teníamos que entrar por la puerta llamada 'Resto del Mundo'. Los viajeros de los países comunitarios pasaban rápidamente a nuestro lado sin sufrir ningún tipo de control. Recuerdo perfectamente la pregunta que le hice entonces a mi amigo Imanol: "¿crees que algún día llegaremos a estar en esa fila?". "¡Lo dudo!", me respondió él. La vida te da sorpresas, decía Rubén Blades.
En fin, no podran divorciarnos de los Rolling Stones, ni de Bowie, ni de Nick Hornby, ni de Monthy Pyton, y por desgracia no podremos divorciarnos tampoco de los “hooligans”, 'balconings' o 'mamadings'.
En este contexto de divorcios traumáticos me he topado con la nueva película de Netflix, 'Marriage Story', de Noah Baumbach. Cómo un divorcio que se pretende civilizado puede convertirse en un infierno.
Adam Driver y Scarlett Johansson son creíbles en sus papeles. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto del mero placer de ver buenas interpretaciones. Como es habitual, están al servicio de un guión excelente que sabe medir en todo momento el nivel de intensidad necesario en ese naufragio amoroso. También es de destacar el papel que desempeñan Laura Dern y Ray Liota en el papel de abogados supuestamente despiadados.
Atribuyen a Sigmund Freud aquello de que “lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia”. Ni Catalunya, ni Gran Bretaña me dejan indiferente, y las buenas películas tampoco.
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