lunes, 15 de febrero de 2021

CAFRUNE EN EL CORAZÓN

 

A falta de otros temas, aquellos días plúmbeos de la preadolescencia estaban repletos de canciones de amor. Cantos plañideros que nos describían lo que un maromo había llegado a hacer “por el amor de una mujer” o suplicaban una descripción de “quien es él” (el que le había dejado sin novia) o cantaban los atractivos de una tal “Mónica”, “Noelia”, “Loreta”, “Eva María” “María Magdalena” y una lista inmensa de nombres elegidos para rimar en el ripio de turno. Aquellas canciones interpretadas por tipos trajeados con cara de pena copaban la radio y la televisión de la época y daban – al menos para mí- una versión triste, cansina y aburrida del amor. No apetecía nada.                                                                                                                                                

 Pero un domingo por la tarde, sumido en la melancolía propia de la fecha, escuché una canción de amor que me hizo desear por primera vez que aquello me pasara a mí. La interpretaba un señor de largas barbotas, con aspecto de profeta y mirada de buen hombre. Cantaba con los ojos cerrados, acompañado de una vieja guitarra y con una voz que distaba de ser perfecta, pero sonaba absolutamente genuina. Un verso en concreto me atrapó especialmente: “Hay, que amor tan grande el de los dos/ que hasta su luz palideció/ Cuando tu boca me besó”. Mas tarde pude saberlo: aquel hombre era el argentino Jorge Cafrune y la canción “No Quiero ver el Sol” describía un amor furtivo, el de unos amantes que esperaban la noche para poder buscarse y quererse a gusto “hasta que con el sol venga la muerte”.  Aquel hombre encadenó algunos éxitos a mediados de los años setenta, especialmente con un tema titulado “Virgen India” que interpretaba con un niño llamado “Marito”.  En febrero 1978 nos llegó la triste noticia. Al parecer, Cafrune había muerto en accidente de tráfico.                                                                                                                                                                   No fue hasta bien entrados los ochenta cuando empezaron a hacerse públicos los testimonios contenidos en el informe “Nunca Más” sobre las violaciones de los derechos humanos cometidos por la dictadura argentina.

Según testimonios que se consignan en el informe, en un campo de concentración de Córdoba ,el Teniente Coronel Carlos Enrique Villanueva manifestó que “había que matarlo para prevenir a los otros”.

Al parecer, los milicos estaban furiosos por un acto de “desobediencia”. En el festival de Cosquín de enero de 1978 el público le pidió una canción que estaba expresamente prohibida por la autoridad: “Zamba de mi Esperanza”. Aquel día la presentó con estas palabras: "aunque no está en el repertorio autorizado, si mi pueblo me la pide, la voy a cantar". . .

La madrugada del 31 de enero de 1978, cuando marchaba a caballo rumbo a Yapeyú para depositar un cofre con tierra de Bolougne Sur Mer en homenaje al general José de San Martín, Cafrune fue atropellado por una camioneta. Quedó demasiadas horas tirado en la cuneta, con las costillas incrustadas en los pulmones y al día siguiente falleció. 

La camioneta y su conductor se dieron a la fuga. Por entonces Yamila, la hija mayor de Jorge  tenía 12 años.  “Siempre sostuve la idea –declaró su hija en una entrevista- de que es posible hacer justicia hablando con la verdad, pero desde que pasó lo de mi papi supe lo que es empezar por casa. Hay numerosas conjeturas posibles: “Que detrás del accidente estuvo Gendarmería, o la Triple A. Es sabido que López Rega dijo que Cafrune era más peligroso con una guitarra que un ejército con armas. “Esto no deja de ser una conjetura, algo que alguien dice que escuchó” -apuntaba Camila- “Nosotros preferimos creer que fue un accidente. Llegó un punto en que priorizamos nuestra salud mental”.                                                                                                                                                                              Sin embargo, Salvador Paíno, en su libro “Yo Fundé la Triple A” (1983) no deja lugar a dudas: “Cafrune no podía ser secuestrado y ejecutado, sino que se necesitaba planificar algo más complejo para que quedara impune".

 


2 comentarios:

Anónimo dijo...

A mis padres tambien les gustaba Cafrune, creo k por ahi tengo un Single suyo aunque no lo puedo asegurar.

nineuk dijo...

Pues buen gusto tenían tus padres. Si lo encuentras guárdalo como oro en paño...