Pues sí, me ha gustado Marco. Es uno de esos pocos casos en los que imaginaba, grosso modo, lo que iba a ver y, sin embrago, he salido satisfecho del cine. Eduard Fernández no decepciona nunca y los directores del filme, hasta ahora, tampoco. Con esas garantías era raro que el producto me resultara decepcionante.
Marco es un impostor, pero no del todo. Él tuvo su propia historia breve de sufrimiento carcelario en la Alemania nazi, pero no le daba para héroe. Casi sin querer, su peripecia se va exagerando adecuadamente y se convierte en la cruzada de su vida. "La mentira es la que manda, la que causa sensación" cantaban ESKORBUTO y Marco tiene la habilidad de emocionar con su relato. "Todo el mundo miente un poco sobre su biografía" dice cuando todo se destapa. "Se non è vero, è ben trovato" dicen en Italia y Marco lo sabe bien. Otros de su asociación vivieron de verdad el terror de los campos de concentración y exterminio pero no lo saben transmitir como él.
Dejando a un lado la historia en sí y las reflexiones que pueda suscitar, lo cierto es que la narración, el ritmo, las secuencias, te llevan de la mano de modo que no te aburres en la hora y cuarenta minutos que dura. Al final no sabes muy bien si quieres o no que el impostor se lleve su merecido. El protagonista consigue que empatices con el personaje hasta ese punto.