Todos
creemos querer mucho a los nuestros, pero ¿daríamos la vida por ellos? El valor
es una virtud escurridiza que en realidad no sabemos en qué medida poseemos.
Me
vienen a la cabeza dos ejemplos que en su día me impactaron: Max Muth, un inmigrante boliviano de 36 años
salvó la vida de cinco trabajadoras antes de perecer él mismo durante el
incendio de un restaurante, en una localidad próxima a Barcelona.
El
hombre había ido precisamente a colocar unas puertas ignífugas cuando el local
comenzó a arder por causas sin determinar. Max se arriesgó entre las llamas y
consiguió sacar a las cinco cocineras atrapadas. Pereció cuando el techo del
local se vino abajo. Algo parecido ocurrió en Portugalete. Un colombiano se
lanzó a la ría para intentar salvar al conductor de una furgoneta que caía
desde el puente colgante. Había decenas de personas en los alrededores, sólo una
se tiró.
Pedro
Ugarte planteaba una situación muy similar en su novela “Casi Inocentes”: un
inmigrante polaco salva a un niño de morir en un edificio en llamas. El
protagonista de la historia, el padre del niño, no tiene valor suficiente para
enfrentarse al fuego. Lo pagará...
Tambien lo abordó Isaac Rosa en "El País del Miedo", una excelente novela que nos plantea una situación estremecedoramente verosimil: alguien detecta tu debilidad y la utiliza para chantajearte, el recurso a la violencia acaba siendo una tentación pero... ¿te lo puedes permitir? ¿asumirías los riesgos?
Lo
del valor es una obsesión constante desde que somos niños - ni te cuento en el mundo niñas donde la palabra peligro se suele tatuar en el alma- . El cobarde lo pasa mal, es candidato a víctima.
La
dialéctica atrevido/miedoso sigue ahí de forma obsesiva cuando vamos creciendo:
en los juegos, en el cortejo, en la relación con las drogas, en las decisiones
laborales...
Muchos audaces lo pagan con su vida o con su
integridad física. La cobardía excesiva también se salda, a menudo, con una
existencia demasiado timorata. La cómoda existencia que llevamos tantos, donde
el hambre, el frío y las enfermedades tempranas son cosas de las películas, no
invita a excesivos heroísmos y sí a crearnos un mundo de amenazas paranoides: a la pérdida de
nuestras posesiones, al distinto, al pobre, al delincuente, al inmigrante, ese
mismo que quizás, un día, nos da una lección de valor y de dignidad.
4 comentarios:
Es muy fácil, como dices, mantenerse integro en una "cómoda" existencia material, sin hambre y enfermedades tempranas, sin bombas de por medio. Y cuando el distinto ataca, nunca piensa nadie todo lo que ese distinto ha sido atacado. El distinto, es siempre el malo, el causante de romper nuestra armonía. Y además no digas según qué cosas contra ciertos poderes, porque aunque las digas sin ira y señalando a altas instancias de forma serena, te podrían detener por delito de odio. Por otra parte no digas que no hay buenos y malos y que todos somos igual de malos pues entonces te dirán que enalteces al enemigo, sin pensar que no hay contiendas justas y que las dos partes son igual de malas.
En la guerra todos pierden.
El comentario anterior sólo dice bobadas.
Eso me rompe los esquemas... A todos nos pasa que algo que escribes (o dices) un día, al siguiente te parece una chorrada. pero ¿cual o cuales son las bobadas? Lo del delito de odio es una bolsa en la que cabe de todo y la libertad de expresión, efectivamente, está en serio peligro.
las bobadas están, en realidad, en el pepito grillo militar y maltratador. del autor del primer comentario y de este mismo.
Publicar un comentario