Nacida a mediados de los cincuenta Viv Albertine
compartió escuela en los sesenta con los
hermanos Davies (futruros Kinks) –algo
mayores que ella-. Vivió de cerca la Beatlemania, la Rollingmania y la
psicodelia. Vio a David Bowie antes de hacerse famoso lanzándose a un público
sorprendido y el duque blanco la pisó con su botaza para encaramarse de nuevo a
escena (“no es tan refinado como parece”-pensó-) . Mediados los setenta fue
novia de Mick Jones de Clash, compañera de batallas de Johny Thunders, compartió
grupo y amistad con Syd Vicious (“tras su apariencia desenfadada escondía una
gran ambición”), se movió en los ambientes de la mítica tienda SEX junto a
Rotten, Steve Jones, Siouxie, Malcon Mclaren, Vivienne Westwood etc y lideró la banda señera del punk
femenino en el Londres de la época: “The Slits” (Las Rajas).
Semejante trayectoria justificaría ya un buen libro
sobre sus vivencias. De hecho, cuando tuve noticia de su existencia, pensé que
sería otra crónica más sobre la era punk, como tantas otras que hemos conocido.
Pero lo que te encuentras es más, mucho más.
Porque además de lo relatado, Viv Albertine fue
abandonada por su padre francés cuando era una niña, contrajo ladillas en sus
incursiones por los pisos ocupados holandeses, probó todas las drogas
imaginables, vivió el trauma de abortar con el agravante de hacerlo en años muy
hostiles al respecto. Tras su periplo musical y tras un periodo de depresión se
puso a estudiar cine y dirigió varios cortos. Más tarde se casó con un motero y
vivió varios años con “maridito” y con su hija en una elegante casa de la costa
donde ella trató de ejercer de madre convencional.
Su largo y tortuoso proceso hacia la maternidad
derivó en un cáncer de útero que finalmente superó. Después llega el traumático
divorcio, la vuelta a los escenarios y el reto de enfrentarse con cincuenta y
tantos a públicos de pub y locales de ensayo “de esos que tienen pollas
dibujadas”. Viv Albertine no vuelve para rememorar el pasado, lo hace para
componer nuevas canciones en las que relata, con humor corrosivo, la
experiencia de ser una mujer madura en el nuevo milenio, con temas tan
elocuentes como “Confessions of a MILF”.
Cuando menos se lo espera, una pujante realizadora la
propone como protagonista de su nueva película. Para que no falte de nada
también se enamora, tras su divorcio, de
un maltratador y vive la experiencia –como es tristemente habitual- con una
mezcla de pavor y dependencia.
Albertine tuvo la oferta editorial de contar
sus aventuras y dejar que un “negro” las redactara. Pero ella prefirió hacer el
libro de puño y letra y creo que es muy de agradecer. "Ropa, Música, Chicos" es un relato
que rezuma franqueza, que huye de la autocomplacencia y que va mucho más allá
de ese título un tanto frívolo que se queda muy corto. El punto de vista de una mujer como Viv,
añade unas tonalidades nuevas a los retratos de los héroes del punk. Aquí
aparecen sus grandezas, si, pero también los vemos vulnerables, ambiciosos,
salidos y hasta desagradables.
Arantxa Urretabizkaia suele decir que los lectores
masculinos somos homosexuales porque solo leemos a hombres y por lo que he
comprobado no le falta razón (aunque ella es, en mi caso, una de las
excepciones). El de Viv Albertine es uno de esos libros que animan a la
bisexualidad.
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