De un día para otro ya no había viejos en el lugar.
Los busqué en la plaza, en la iglesia, en el centro de
día, en el viejo café... nada.
Hasta que fui al rio y allí por fin pude avistar a un señor muy mayor.
Ahí estaba, atónito, patético, reflejado en la ondulante inquietud
del agua
3 comentarios:
En un lugar muy simpático, lleno de gente simpática, los viejos desaparecieron un día de uno de sus lugares habituales: El ambulatorio. Y es que inauguraron la nueva estación de Euskotren y daban pintxos gratis. Santo Tomás creo que era, además. Un conocido médico del ambulatorio expresaba su extrañeza por la falta de viejos, hasta que supo el por qué. Vaticinó con acertado pronóstico que, al día siguiente, tendría un aluvión de ancianos con problemas digestivos. Claro, hace veinte años, yo tampoco me reflejaba en el agua y veía lo que veo. Jajaja.
¡Que bueno Juli!
E D E R R A !!!
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