Por
recomendación de una amiga vi en Youtube un curioso experimento. Era parte de
un documental titulado “Como nos emparejamos” y trataba de descubrir las claves
de la seducción entre las personas.
Diez
hombres a un lado y diez mujeres en frente. Todos los seleccionados poseen un
atractivo mediano y están vestidos con un chándal gris y gorros de baño. A cada
uno de ellos se les ha puesto un número en la cabeza. Están numerados
arbitrariamente del uno al diez y eso, curiosamente condiciona decisívamente la
prueba.
A los
participantes se les pide que vayan eligiendo pareja en el grupo que tienen en
frente. Nadie sabe cual es su propio número. La elección se ve condicionada por
dos curiosas variables: la valoración que uno tiene de su propio atractivo y el
número al que creen poder aspirar. El número cinco de las chicas se emparejará
con el cinco de los chicos y todos los demás acaban haciéndolo con otro número
similar.
Aunque
los números adjudicados no significaban realmente nada, de pronto, marcaban diferencias
importantes.
Las
notas que ponemos. Las notas que nos ponen. Y no solo por el aspecto físico.
Inevitable. Si, podrás decirme aquello de “yo juzgo a todo el mundo por igual”,
pero la realidad suele ser otra. Los bebes suelen ser adorados por padres,
abuelos y todo tipo de vecindario. Ahí los tienes con su 10 bien grande en la
cabeza. Aunque luego hay otros abandonados, maltratados, despreciados. Ya desde
niños les será difícil subir nota.
Ese
niño querido, irá comprobando que esos puntos iniciales de regalo se irán
haciendo más difíciles de lograr con el tiempo. Tu belleza, tu simpatía, tus
posesiones, tu inteligencia, tu suerte, tus logros, tu simple origen... hay
muchas variables en la puntuación. Llegar a viejo con nota digna para quienes
te rodean es todo un reto; un difícil reto.
No
tienes mas que abrir el periódico y enseguida las notas aparecen sobre los
rostros de las fotografías: Rodrigo Rato, Patxi López, Inés Arrimadas, Los
menores pixelados, Woody Allen, Lucía Etxebarría... Esos mismos rostros tendrían
, seguramente, una nota distinta hace meses. Ahora unos tienen más y otros
menos, según cada calificador. Yo diría que hasta en la cara se les nota si
están en época de suspenso o de notable... “Mi mujer me abandonó y hoy no ha
parado de llamarme”, decía uno de los premiados con el gordo de la lotería. De
un día para otro, su puntuación se había disparado.
Ahí
tenemos a –pongamos- Nekane, cuando la conocí llevaba un ocho en la frente,
después, cuando fui descubriendo su tendencia a hablar mal de todo el mundo
bajó a cinco, pero después de pasar una temporada en Latinoamérica volvió con
un corte de pelo, una ropa y una soltura que la acercaban continuamente al
nueve. La he visto recientemente y estaba con tipo estúpido y maloliente al que
–no lo pude evitar- le vi un tres en la cabeza. Ella también, inevitablemente,
bajo hasta un cinco raspado.
En los
ojos de amigos, familia, compañeros de trabajo y encuentros puntuales puedo adivinar la nota
que –inevitablemente- me ponen. A veces incluso creo detectar cuando sube y
cuando baja la cifra. En algunos casos resulta evidente cuándo soy para ellos
un suspenso andante o un admirable notable.
Y no,
la muerte tampoco termina con las malditas calificaciones. A menudo los muertos
tienen mucha mejor nota social que cuando estaban vivos. Que os voy a contar
que no sepias...
4 comentarios:
bueeeeeno Rober, los mejores muertos los que toman cañas, salud
¡Hostias...un 10 Habie!!
Añádele a eso la omnipresencia de las redes sociales y los teléfonos "inteligentes"... (-> ver el capítulo Caída en Picado de Black Mirror).
Excelente capítulo (y serie en general) A mi me causó más miedito el del niño pajero y el del novio hinchable en la bañera...
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