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martes, 8 de julio de 2025

PUNK: SUENA COMO UN PUÑETAZO


 

Era una tarde lluviosa de 1979 y nuestro plan era ir a divertirnos a la discoteca “Vostok” de Portugalete (Bizkaia). Y allí nos plantamos los tres, Josu Expósto, Marilu y yo. Íbamos al “Vostok” porque ponían música cañera y hacían la vista gorda con el fumeteo variado. Ese modelo de discoteca era minoritario, las masas juveniles abarrotaban esas otras donde se bailaba música “disco” o se pedía baile cuando llegaban las lentas. En el “Vostok” solo se bailaba “a lo suelto” y cada cual interpretaba eso a su modo. A las discotecas convencionales solo íbamos en ocasiones puntuales, para ver conciertos como el de “Baron Rojo” en el “Aloha”, el de “Storm” en el “Young’s” o el de Moris en el “Delphos”. Pero aquel día Josu estaba rebotado. Había salido con ganas de quemarlo todo, y el “pinchadiscos” no quería pinchar a sus ídolos, le daban largas constantemente y su paciencia se estaba agotando.                                                                   

 -No nos pueden engañar así siempre tío, ¿Qué cojones es esto? ¿Otra vez la puta “Layla”deprimente esta? ¿Ya ves cuantos bailan con esto? La hippy esa divina que se ha terminado la caja de optalidones de su madre y el moscón de barbas que solo bailotea a su alrededor porque se ve a la legua que está al pille. Mira tío, para esto casi prefiero ir al “Galo’s” a bailar a Travolta o al “Volante”, que siempre hay hostias y es más divertido… ¿Qué ha pasado con este puto garito?Josu lo decía porque, tan solo un año antes el Vostok se había rendido al punk rock. De pronto eran habituales allí Ramones, Rezillos, Sex Pistols, Nina Hagen o The Clash. Los “pogos” y los bailes frenéticos se adueñaron de la sala por un fantástico periodo. Pero de un día para otro, como por arte de magia, el punk era ya pasado, o al menos eso se diría viendo aquel panorama.                                                         

Bien es verdad que, de la mano de aquella moda, los pacíficos y apalancantes porros habían sido sustituidos por sustancias más acelerantes. Los tumultos a la entrada y las visitas policiales se habían hecho habituales y, hartos de quejas vecinales, los dueños del local decidieron cortar por lo sano y volver a la “Steve Miller Band”, “Neil Young” y compañía. Aquello del “punk” fue arrinconado y, como mucho, podría sonar lo que ya todos llamaban “New Wave”, que era como una continuación, pero más asimilable: Elvis Costello, Blondie, Joe Jackson, Nacha Pop… los nombres que llenaban ahora “Tocata” el programa “pop” de la televisión pública que marcaba la pauta. Emulando a su querido Keith Moon, batería de “The Who”, Josu se puso hasta las trancas de ginebra (a pelo y sin hielo) y acabó vomitando en la esquina de un callejón cercano mientras se cagaba en todo lo imaginable. Marilu y yo decidimos acompañarlo hasta su casa en el monte Serantes, subiendo por escaleras irregulares y mal iluminadas que no terminaban nunca y acompañados de una banda sonora de perros excitados durante todo el recorrido.                       

Antes de entrar en su casa me lo soltó con una mezcla de pena y rabia: “El punk ha muerto, Rober, viva el punk vivo o muerto”. Allí mismo le oí decir esa frase que años más tarde cantara con sus Eskorbuto. El dichoso punk parecía seguir la misma suerte fugaz de aquel “Glam Rock” de algunos años atrás: Unos meses de portadas en las revistas de música, unos cuantos temas de éxito, media docena de artículos asustadizos en los suplementos dominicales y a otra cosa mariposa. La muerte de Sid Vicious, sospechoso a su vez de haber matado a su mujer, parecía el feo broche de roña para aquel movimiento.

Pero pocos años mas tarde, entrando ya en los ochenta, ,empezaron a ocurrir cosas. Aquella estética de los pelos de punta y las ropas rasgadas renacía con fuerza en espacios que ya no eran meramente musicales. Los hijos del Baby Boom, ahora veinteañeros teníamos ganas de protagonizar nuestro tiempo. De pronto empezó a hablarse de “arte punk”, de “cine punk”, de “literatura punk”, los movimientos squaters y anti-militaristas también se reivindicaban como tales. Nuevas bandas como UK Subs, GBH o Stiff Little Fingers tomaban el relevo y la onda expansiva se extendía a lo largo del globo de forma imparable. Esta nueva oleada llegaba con un lema fundacional que acabaría por convertirse en mantra: “Do It Yourself” (Hazlo tú mismo).                                                                                                             

En la Euskal Herria de los ochenta, azotada por una intensa conflictividad en varios frentes, el fenómeno cuajó con una fuerza inesperada. En abril de 1983 un grupo de chicas jovencísimas de Bilbao, la “Vulpes” protagonizan un escándalo sin precedentes en el panorama musical español. La emisión en un programa matutino de televisión de su tema “Me Gusta ser una Zorra” provoca una oleada de quejas y protestas airadas desde los sectores más rancios de la sociedad. La fiscalía general del Estado presenta una querella por escándalo público y el programa “caja de Ritmos” es retirado de la programación. El rock volvía a ser transgresor y lo hacía de la mano del punk. Aquello no fue sino la mecha que empezaba a arder. Llegaría después otro auténtico aluvión de bandas que arrastraron a miles de seguidores. Punk era sinónimo de desobediencia, de rebelión, de dedo corazón mostrado a todo lo carca, lo establecido, lo caduco. Fenómenos como Eskorbuto, a quienes se aplicó la ley anti-terrorista por el contenido de una maqueta, o Pussy Riots, encarceladas por realizar un acto de protesta en una iglesia rusa, muchos años después, seguían usando el término acuñado en un fanzine neoyorkino allá por el 76. De hecho, hoy en día la palabra “punk” sigue apareciendo de forma recurrente en todo tipo de artículos. ¡Quién lo iba a decir, querido Josu! 

Pero ¿Qué es en realidad eso del “punk”? ¿Qué lo une o lo separa de tantas otras corrientes rebeldes del pasado? ¿Cuánto tiene de moda? ¿Cuánto tiene de ideología? ¿Estamos hablando de una actitud, de un modo de vida, de una cultura? Han pasado los años suficientes para que estas y otras preguntas sean ahora objeto de estudio académico y de investigación científica. En esa labor de aportar luz y taquígrafos nos llega este pedazo de trabajo firmado por David Vila, que supone un trabajo serio -y a la vez tremendamente entretenido- para situar el fenómeno en sus términos precisos. 

 

domingo, 12 de enero de 2025

LAS VIDAS DE BRIAN

 


-..¿Qué quieres decir? —pregunté.

-Bueno, tenemos que hacer un disco nuevo, ya sabes.

—Tio, no lo entiendo - dije-. Acabo de leer en la prensa que vuestro nuevo cantante es Allan Fryer.

-Ah, no, no, no... Se han confundido, tío. Se han confundido del todo. Ni siquiera vino a la prueba.

Noté una gran tensión en el pecho.

—¿Me estás diciendo... que estoy en el grupo?

Apenas me salían las palabras.

—Bueno, ya sabes... —dijo Malcolm riéndose un poco, esquivando la pregunta.

Dios le bendiga, pero tenía tanto miedo de meter la pata como yo.

—Mira, Malcolm —dije, decidido a ser brutalmente sincero, eres un buen tío, me lo he pasado en grande contigo y con el grupo, pero me cuesta creer que todo esto vaya en serio. Así que voy a colgar el teléfono. Y si de verdad hablas en serio, por favor llámame en diez minutos y vuelve a darme esta noticia. Porque estoy muy confuso, y es como si estuviera soñando.

-Claro, Brian - dijo Malcolm, lo entiendo. Te llamo en diez minutos.

Clic.

Me había dejado helado. Me quedé sentado con la mirada perdida, contando los diez minutos más largos de mi vida. Si esto era cierto, significaba que todo por lo que había pasado en los últimos diez años había valido la pena. Saltar desde un avión para comprar un juego de voces. Renunciar a una buena carrera en Parsons por un grupo que no tuvo más que un éxito en el Top 10. Dejarme la piel en la carretera durante meses - no, años- seguidos. Caer en todas las trampas inventadas por la industria discográfica. Acabar tan arruinado que tuve que ir a juicio para que no me quitaran la casa. Ver cómo se desintegraba mi matrimonio. Volver a casa de mis padres. Aguantar a esos pomposos coordinadores de conciertos con sus normas y sus leyes y sus medidores de decibelios y sus tribunales disciplinarios...

—Hola, Brian, soy Malcolm de nuevo, ya he dicho que te iba a llamar. Mira, tenemos que irnos de Londres en una semana o dos para empezar a grabar el nuevo disco, así que necesitamos que bajes mañana al local de ensayo y empieces a prepararte. Si estás dispuesto..

—Entonces, ¿de verdad me habéis cogido? —pregunté-. ¿No voy a ser solo el cantante suplente o algo así?

Hubo una larga pausa. Malcolm respiró hondo.

—Bueno —dijo con un punto de malicia en la voz, como si disfrutara de tenerme en vilo. Siempre que tú quieras, colega.

Y de ese modo pasé de ser un instalador de techos de vinilo a ser el cantante de uno de los grupos más flipantes del mundo. Fue un momento... bastante increíble. De hecho, estaba paralizado.

—¿Brian? —dijo Malcolm al cabo de unos instantes— ¿Estás ahí?

-Sí —acerté a decir.

-¿Quieres entrar en el grupo?

=JODER, CLARO QUE SÍ! ¿Dónde hay que firmar?

-Sabes que te van a meter bastante caña, ¿verdad? Porque nuestro grupo... es muy odiado. Por los críticos. Por el establishment. Y a los fans les va a llevar un tiempo hacerse a la idea. ¿Estás seguro de que podrás aguantar toda esa presión, Jonna?

-No -dije sonriendo, pero ia quién coro le importa? Estoy en el grupo.


(Brian Johnson, “Las Vidas de Brian)

miércoles, 7 de agosto de 2024

2001: ODISEA EN EL PASADO

 



Muchos de quienes crecimos en las décadas de los 60 o 70 tuvimos al año 2000 como emblema de un futuro casi mágico en el que nada ya sería igual, Todos habíamos calculado alguna vez cuántos años tendríamos en ese año redondo. En nuestra cuadrilla de chavales del barrio llegamos incluso a un acuerdo: el 1 de enero de 2000, nos citaríamos en la entrada del Empire State Building de Nueva York a las 12 de la noche, viviéramos donde viviéramos. Soñábamos con llevar un estilo de vida muy 'internacional' para ese año. 

Casi sin darnos cuenta, el futuro se ha convertido en pasado. Como se puede comprobar en la melancólica web 'Paleofuture', las imágenes de este primer cuarto de siglo poco tienen que ver con lo que aparecía en las películas y cómics futuristas de la época. Stanley Kubrick dirigió la película "2001 Space Odyssey" en 1968. Su estreno en el 69 coincidió con la llegada del “hombre” a la luna. Las salas de cine se llenaron de gente ansiosa por ver las imágenes espaciales que nos esperaban en el año 2001, 30 años antes de que se alcanzara esa sugerente cifra.                                                                                                              

La película de Kubrick no tenía sentido fuera de las salas de cine. Su encanto estaba directamente ligado a las pantallas gigantes. Los espectadores teníamos que imaginarnos que estábamos en una nave espacial futurista y no parecía tan descabellado pensar que en 2001 viajaríamos en un aparato similar.                        

2001 es también ahora un año lejano, pero en el pasado. No tenemos mochilas voladoras, ni transporte diario a Marte, y los "walkman" y los "vídeos VHS" que se utilizaban en ese año ya están en desuso.                                                                           

Por dar otros datos, en 2001 se estrenó la película "Los Otros" de Amenabar y
primera película de la serie "Harry Potter”, conocimos el primer “Operación Triunfo” y fue el inicio del mandato de George Bush y Ariel Sharon. Los talibanes volaron la imagen de Buda en Afganistán y poco después se produjeron los atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono. 2001 fue el año del "corralito" en Argentina, el de la victoria de la coalición entre el PNV y EA en las elecciones autonómicas, ETA asumió 15 atentados mortales, 8 menos que en 2000 y 10 más que en 2002, era el sexto año de la era Aznar... La banda sonora de la época incluía, entre otros a Manu Chao: "Me Gustas Tú", a Shakira: "Suerte", a Coyote Dax: "No Rompas Más" o a Estopa: "La Raja de Tu Falda"...                                                                                  

No, nunca se produjo aquella cita en el mítico “Empire State” pero seguimos todos vivos, que no es poco. Como escribió el poeta francés Paul Valeri en el siglo pasado, "el problema hoy es que el futuro ya no es lo que era".

lunes, 7 de junio de 2021

CUANDO HABLAN LAS PAREDES

Pintada de los ochenta

Recientemente leí en este mismo periódico que Bielorrusia presume en sus guías turísticas de ser un país “donde no encontrarás grafitis en las paredes”. Durante los años de mi infancia, en los remotos años sesenta solo recuerdo una pintada en la fachada del edificio más céntrico de mi pueblo. Era la cara de un joven Francisco Franco con gorro de legionario y una leyenda a su lado: “25 años de paz”. Estaba realizada con un molde (algún falangista se adelantó varias décadas a Banksy) y duró muchos años en aquella pared. 

Bien entrados los años setenta empezaron a verse las primeras proclamas pintadas urgentemente con espray: llamamientos a la huelga, peticiones de amnistía o lemas como “Herriak Ez du Barkatuko” tras algún atropello de la dictadura franquista. Aquellos mensajes se hacían de noche, a gran velocidad y como consecuencia, no era raro que faltara alguna letra o que fueran tan legibles como la receta de un médico.                                                                                                                                                 

Con la transición y la legalización de los partidos políticos el mundo de los murales políticos conoció una época dorada en cuanto a abundancia. En las películas que muestran las ciudades vascas de la época puede verse aquella abundancia de puños en alto, hoces y martillos, símbolos antinucleares y un larguísimo etcétera. Ya no había tanta prisa a la hora de pintar. En general la autoridad competente prefería mirar para otro lado. Recuerdo que en cierta ocasión paré a un joven francés que hacía auto-stop en Donostia. Aunque nuestra conversación no podía ser muy fluida, él estaba admirado de la cantidad de pintadas que había por la calle y me decía que en Francia “No había tanta libertad”, como podréis suponer el ataque de risa casi me hace perder el control del coche. Muchos recordareís la campaña del Ayuntamiento de Bilbao para cubrir con pintura verde aquellas  pintadas.                                                                                                                   

 En los años ochenta los murales se hicieron más diversos. Empezaron a verse esas fachadas traseras ocupadas completamente por pintadas trabajadas al detalle y hacia el final de la década irrumpieron los graffitis de estética “hip-hop”, palabras a menudo incomprensibles escritas con diversos sprays de colores y que aspiraban a ocupar cualquier superficie pintable que imaginarse pueda. Las intenciones propagandísticas o “concienciadoras” de las anteriores décadas desaparecían por completo. Para el común de los mortales esas palabras incomprensibles que ocupan tantas pareces no comunican absolutamente nada. El fenómeno constituye una parte muy gráfica de la llamada “globalización”. Este tipo de graffitis son muy similares en New York, Caracas o Toronto. ¿y que quieren comunicar estos Graffitis? Un amigo graffitero me confesó en cierta ocasión, que a ninguno de los artistas del gremio le preocupaba que se les entendiera. Que era más bien una cuestión narcisista, algo así como “esta es mi firma”.

 Un estudio de investigación titulado “El Mensaje del Graffiti” y publicado por la Universidad de Florencia llega a la siguiente conclusión: el graffiti es un medio de comunicación de una tribu urbana, que sirve para cohesionar las partes, y al mismo tiempo crea una jerarquización de sus integrantes de acuerdo con el nivel alcanzado por los escritores de graffiti. Se necesita el aprendizaje de un código para poder referirse a las piezas que vemos, y más que nada si queremos entender sus propósitos, ya que, para la vista desprovista de información previa, estas piezas pueden terminar siendo suciedad visual en las paredes de la ciudad. Muchas personas no lo aprecian y lo tildan de vandalismo. Estamos ya en 2021 y ese tipo de graffiti ochentero sigue inundando casas deshabitadas, ruinas industriales y puticlubs cerrados. Yo no quiero paredes limpias al precio de Bielorrusia. Mucho menos censuras de color verde. Pero después de tantos años de letreros inanes me viene a la mente a menudo aquella inspirada frase de Borges: No hables a menos que puedas mejorar el silencio.  

                                                                                                                                                                                            

 

         

miércoles, 26 de mayo de 2021

EL HOSTIÓN

El lugar de los hechos

Domingo, 9:45 horas. Avanzaba yo a paso ligero hacia mi objetivo informativo: la feria del disco que se celebraba en Bilborock. Llevaba a la espalda una mochila con los aparatos para hacer la transmisión en directo y a mi lado venía también Eder, joven compañero en periodo de prácticas. Avanzábamos por el muelle de La Merced cuando, de pronto, reparé en un enorme mural que ocupaba una extensa superficie. No eran los habituales grafitis. Esa enorme y colorida imagen había sido realizada con mimo, destacaba por su originalidad y cuidaba los detalles. Después he sabido que es una denuncia contra la violencia machista realizada por la artista Ruth Juan y avalada por el ayuntamiento de Bilbao. Pero aquel momento no llegué a saber nada al respecto. Estaba tan distraído contemplando los colores que no reparé en un maldito saliente de cemento que había en el suelo y cuya función desconozco . De pronto: “cataplum”, un tropiezo inesperado y en la fracción de un segundo me veo volando por el aire.  Fue una caída estúpida, sin consecuencias graves, pero también un hecho inesperado que me ha mantenido varios días dolorido y luciendo un huevo multicolor sobre mi ojo derecho. En el momento, una pareja que pasaba por ahí vino a socorrerme con cara de susto y Eder apareció en segundos con una bolsa de hielo que pidió en un bar cercano. Nada del otro mundo. En unos minutos estaba en la feria. La organización, que me estaba esperando, me atendió en cuanto me vio. En pocos minutos entraba en directo con las heridas de mi cabeza y mi rodilla curadas. Creo que no se notó nada mi ligero aturdimiento. Como es habitual en estos casos, los siguientes días me aburrí de dar explicaciones. La herida no era gran cosa. Ni siquiera me tuvieron que poner puntos, pero el mural que he lucido en mi cara me daba un aspecto patibulario que, al parecer, requería una explicación.                                                                 
Rebobino: En la reunión del jueves, en esa en la que decidimos los temas que vamos a abordar en el programa, yo propuse visitar la feria del disco que se celebraría el domingo en Bilborock. Al llegar el domingo se nos hizo algo tarde para ir andando y decidimos coger el metro. Nos bajamos en la estación del Casco Viejo y atravesamos entre calles para salir cerca del mercado de la Rivera… Así que, podríamos concluir, el trompazo fue la consecuencia de una cadena de decisiones. Si no hubiéramos decidido esa conexión, si no hubiéramos cogido el metro, si no hubiéramos atravesado esas calles, si no me hubiera fijado en la pintada… es posible que ahora no luciera este enorme chichón en mi cabeza, pero… ¿Quién me asegura que todo habría salido bien? También puedo pensar que la caída podría haber sido más grave. Pocos días antes estuve en la presentación del libro de Gonzalo Iribarnegaray, un autor muerto tras un fuerte golpe accidental en la nuca…                                                                                                                  
Desde que alguien decidió que naciéramos, somos el producto de nuestras decisiones, sin duda, y tarde o temprano tomamos alguna errónea. Cuando me vi de pronto ridículo y dolorido sobre los duros adoquines recordé una escena similar protagonizada por mi madre, años atrás. Una caída más aparatosa que la mía, con sangre abundante y que terminó en el hospital. Afortunadamente tampoco fue de gravedad. Ya lo cantaba el gran Ruben Blades: Decisiones cada día/ Unos ganan otros pierden/ Ave María/ Decisiones/ Todos juegan/ Salgan y hagan sus apuestas, ciudadanía.                  
 
 
 

 


martes, 11 de mayo de 2021

RECUERDO


Recuerdo aquella monja que nos pegaba con una regla. Recuerdo cuando mi actual edad me parecía muy muy remota. Recuerdo a un Athletic donde todos, menos Iribar, eran vizcaínos. Recuerdo el callejón de la muerte, donde quemaron a un hombre tras rociarlo con gasolina. Recuerdo cuando no podíamos beber de la fuente pública, porque había “tifus”. 

Recuerdo que compré el disco "Lou Reed live" el día que murió Franco. Recuerdo aquel primer beso en el puerto: una delicia. Recuerdo aquella primera relación sexual: un pequeño desastre. Recuerdo a mi padre cantando en el baňo "Sasibil, mi Caserio". Recuerdo el cadáver de Jose Maria Portell cubierto con una sábana en el portal de su casa. Recuerdo a Jon Idigoras diciendo "Si la policía acabara con ETA, al día siguiente surgirían otras diez". Recuerdo un concierto de "Ella Baila Sola" en la discoteca Garden de Deusto. Recuerdo a Josu Expósito entrevistando conmigo al rockero argentino Moris en los camerinos de la discoteca “Delphos”. Recuerdo a Josu imitando a todos los miembros de los Who en el portal de mi casa. Recuerdo a la policía subiendo al escenario donde actuábamos para comunicar un aviso de bomba (nadie les hizo caso). Recuerdo mis primeros días en el instituto, sin amigos y aterrorizado por los abusones. Recuerdo a Don Julio, que me aficionó a la lectura. Recuerdo al profesor Menéndez, llorando en clase el día que mataron a Roke -poeta-Méndez. Recuerdo a los Rollings en Barcelona, la policía lanzó un bote de humo y por unos segundos creí que iba a morir allí mismo. Recuerdo aquel accidente en el puente de Rontegi, por unos segundos creí que iba a morir allí mismo. Recuerdo aquel calendario “subversivo” donde vi mi primera ikurriña. Recuerdo a mi primera hija en el momento de nacer, la sensación rotunda de amor incondicional. Recuerdo al “Toyi” en los vestuarios de La Casilla, solo y cabizbajo tras perder un combate y tener que volver a la cárcel. Recuerdo la cárcel de Basauri, cuando fuimos a hacer un reportaje y me encontré con una amiga presa. Recuerdo un inolvidable día por Bilbao con Juan Carlos Eguileor. Recuerdo las paredes del calabozo militar, con restos de sangre reseca.  

Recuerdo despertar en una casa desconocida y salir a una calle desconocida en busca de alguna ruta conocida.  Recuerdo despertar de la operación y, como entre nubes, ver la cara de mi segunda hija. Recuerdo a una pareja de punks paseando por Londres en 1977, él la llevaba atada al cuello con una cadena de perro.  Recuerdo la gabarra, subiendo por la ría entre el clamor de la multitud, una inmensa fila de obreros con sus buzos saludando desde los Altos Hornos; Patxi Alonso, Kike Martín y yo lo retransmitíamos desde una chalupa. Recuerdo al sargento de mi compañía blasfemando rabioso el día que ganó por primera vez el PSOE. Recuerdo el concierto de “Ched Khaled” en Túnez, aquel policía de opereta seleccionando a los que podían pasar primero. Recuerdo el libro “Gogoan dut” de Aritz Galarraga, tambien ese otro: “Akordatzen” de Joseba Sarrionaindia. Como no, también recuerdo “Je me Souviens: Les Choses Communes” de Georges Perec. Sin olvidar a Joe Brainard y su  "I Remeber"  Gracias a los cuatro por la inspiración.




martes, 27 de abril de 2021

CIUDADANO JORGE

 


Permíteme que te presente a mi amigo Jorge. Él es un ciudadano de mediana edad que trata de pasar por la vida sin hacer demasiado ruido. Paga sus impuestos y trabaja duro. Jorge no se puede permitir grandes lujos, pero tras varios años de sacrificio puede que adquiera un piso en La Rioja, para pasar los veranos o un coche de aceptables prestaciones. Jorge no suele llamar la atención. Nunca saldrá en la portada de ningún suplemento dominical y su nombre jamás ha aparecido en titulares de prensa. Realmente no es un tipo brillante. Bastante tiene con cumplir con sus obligaciones y no decepcionar a quienes le rodean.                                                                                                                                                           

No, Jorge no es en absoluto un personaje de moda. Aunque es, cien por cien, un hombre de ciudad, Jorge no es “trendy” ni “cool” ni usa leguaje “inclusivo”, ni lleva un solo tatuaje. Jorge no ha pisado -que se sepa- un gimnasio en su vida y su aspecto no llama nunca la atención de nadie. ¿A quién podría interesar una figura tan anodina como la de Jorge?  Pues bien, Jorge interesa al escritor bilbaíno Pedro Ugarte que cada cierto tiempo nos lo vuelve a situar como protagonista en uno de sus relatos. En realidad, Jorge no es siempre el mismo personaje exactamente. A veces vive en zonas más adineradas otras en barrios más humildes, a veces forma parte de un – más o menos- feliz matrimonio y otras sobrelleva como puede un divorcio -más o menos- civilizado. A veces Jorge tiene un vicio secreto o problemas con la bebida. A menudo carga con el peso excesivo de unos orígenes familiares esplendorosos que ya solo son cenizas.                                                      

Este hombre no protagonizará jamás un acto heroico y es biológicamente contrario a cualquier forma de violencia, pero puntualmente, casi sin darse cuenta, su puño se ha estampado en la cara de algún imbécil. Al igual que me ocurría con el Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, en los cuentos de Pedro Ugarte tiendo a identificar al personaje con el escritor y no puedo evitar pensar que muchos de estos relatos se basen en su propia experiencia. Sin embargo, él lo dejó bien claro en la presentación de su libro: “me admira la importancia que a veces se le da al hecho de que un relato esté basado en algo que ocurrió en la vida real. El hecho de que una historia se base en hechos reales, desde el punto de vista literario es irrelevante. Si una historia no cuenta con un plus literario, yo prefiero que me la cuenten en forma de reportaje o de artículo”.  “Antes del Paraíso” es la última colección de relatos de Pedro Ugarte. 

En este libro te puedes encontrar a un Jorge que conduce en la madrugada de un sábado para llevar a su hija a un remoto polideportivo, o a otro que acompaña a su padre de concesionario en concesionario para probar coches de alta gama que nunca comprará. Hay también un Jorge obligado por su trabajo a dominar tecnicismos absurdos en inglés y otro cuyo hijo es el único heredero de una estirpe en extinción. El antihéroe de Pedro Ugarte protagoniza historias familiares, dentro de un modelo de familia en crisis perpetua que no acaba de encajar con los nuevos tiempos. Son historias en las que muchos podemos vernos reflejados y están escritas con una prosa donde se cruzan la ternura, la ironía, ciertas dosis de nostalgia y no poca mala uva. Todo ello salpimentado, eso sí,  por un humor mordaz que aleja sus historias de cualquier exceso de gravedad.      

 

lunes, 12 de abril de 2021

GIRONA-TOULOUSE-BILBAO

 


Aeropuerto de Girona. Exterior. Finales de Agosto. Las vacaciones se han terminado. Son las 11:20 de la mañana y el autobús de Flixbus que debía llevarme de vuelta a Bilbao a las 9:50, seguía sin aparecer. Llamé por teléfono a la compañía y me tuvieron largo rato escuchando solos de saxo y mensajes grabados hasta que una voz bastante seca se dignó a decirme que “no sabía lo que ocurría” y que “le mandaremos un SMS en cuanto sepamos algo” (todavía lo estoy esperando)                                                                

Unos días antes había hecho el trayecto de ida: Bilbao-Toulouse-Girona. Un viaje largo, pero agradable, con dos horas en Toulouse para dar un paseo y comer. No tenía prisa. La vuelta prometía ser algo similar… pero no. El destino tenía previsto algo peor para mí.                                                                                                                                      

Una mujer francesa que esperaba junto a mí llamó a Flixbus-Francia reclamando información y le dijeron que “Llegará otro a las 12, pero va completo”. La mujer se largó de allí arrastrando sus maletas y jurando en francés. Así que decidí buscar una alternativa. Cogí un bus a Barcelona y por la tarde volví en avión. Era la única manera de llegar en el día, ya que al día siguiente tenía que trabajar. Decidí, en un principio, mandarles una reclamación para que me devolvieran el importe del billete y así lo hice. Pasaban los meses y… ni caso. Cada vez que veía un autobús de Flixbus me daban ganas de arrojarles algo. Así que contacté con Kontsumobide para poner una queja y reclamar una indemnización. Nunca lo había hecho. Llevo toda la vida evitando situaciones problemáticas y aguantando pequeños abusos sin decir ni pio, pero, para una vez que decido viajar en bus y dejar el coche aparcado ¿recibo ese trato? Pues nada, les puse una demanda vía consumo y en unos días me vi en un acto de “arbitraje” telemático. Antes, eso sí, consulté con mi abogada -mi hija Magali- que me dejó claros dos conceptos: Habían atentado contra “mi derecho a ser informado” y me habían causado un “perjuicio económico”.                                                                                                                         En una ventanita de mi ordenador veía al tribunal y en la otra a un alemán con cara de cansancio. Nada más empezar leyeron mi demanda y le dijeron al tipo que me hiciera una “oferta económica”. “Estoy dispuesto a ofrecerle 40 euros” me dice el tipo con aires de generosidad. Le digo que no. A continuación, me ofrece 90… De modo que se trataba de un mero regateo… Yo esperaba otro tipo de argumentaciones, no sé, que el autobús se retrasó, o que yo no estaba en la parada adecuada… pero no. El argumentaba ya me habían devuelto el billete (es cierto, lo hicieron después de que les llegó la demanda, no antes) y que era abusivo lo que yo pedía: 133 euros de un viaje en avión. En resumen: acepte usted nuestras miserias y deje de molestar. Así que me vine arriba (un poco) y les dije que no aceptaría nada por debajo del precio del viaje porque no era una cuestión de dinero sino de dignidad. Estos tipos, al parecer, saben que su clientela es, mayormente, de gente humilde y no se molestan ni en disculparse. Al final, el tribunal me dio la razón.  Ya, ya sé que no es el juicio del siglo, pero no sabes lo a gusto que se queda uno.

viernes, 9 de abril de 2021

TRAMPAS

 


Hacía tiempo que Jordi Evole no nos ofrecía una de esas entrevistas que lo han convertido en periodista de referencia. Fue hermosa y emotiva la de Pau Donés, sin duda, pero me refiero a esos momentos inolvidables en los que la conversación transcendió hasta el punto de ocupar las portadas de la prensa. 

En algunos casos, como ocurrió con la que hizo a Jaume Matas, expresidente de la comunidad balear, el impacto fue tan grande que acabó por poner al entrevistado ante la justicia. Si yo fuera profesor en la facultad de Ciencias de la Información, enseñaría a mis alumnos, sin dudarlo, aquella en la que Jordi consiguió que Santiago Carrillo hablara en público, por primera vez, sobre su actuación en la matanza de Paracuellos de Jarama, durante la guerra de 1936. Aquella conversación empezó con una advertencia muy seria por parte del político: “Como me saques ese tema haré lo mismo que hice a Luis del Olmo en la cadena COPE, me levantaré y me marchare” y terminó con toda una confesión: “Era la guerra y en la guerra para vencer al enemigo hay que matarle”.                                                                                  

Evole y su equipo se han ganado un merecido prestigio destapando corruptelas y malas prácticas de todo tipo. Esto hace que, a veces, quienes se sientan delante del entrevistador lo hagan con afanes de venganza, o de dejar las cosas claras.  Algo de eso, creo, ocurrió el domingo pasado.                                

Eufemiano Fuentes es un, medico cuyo nombre ha quedado manchado por la sospecha. Aunque no existe una condena en firme contra él, su nombre siempre se relaciona con la operación puerto y con prácticas que estaban en el límite de la legalidad. Durante toda la entrevista, que más bien parecía un combate de esgrima, el galeno quiso dejar claro que sabía más, mucho más, de lo que podía contar y que su actuación siempre estuvo avalada por las autoridades deportivas de la época. Eufemiano quería decir sin decir, denunciar sin pillarse los dedos, y eso es muy difícil. Cada poco decía frases del tipo “me has pillado” o “blanco y en botella” haciendo ver que estaba hablando más de la cuenta, pero en realidad lo que hizo en todo momento es poner en marcha el ventilador de la mierda, pretendiendo además que no se viera el dedo que lo activaba. La sombra de la sospecha se extendió así en varios frentes: el medallero español de Barcelona 92, los éxitos de Fermín Cacho, la liga 2002-2003 en la que la Real Sociedad quedó segunda, el Real Madrid… 

Las acusaciones nunca eran claras y probadas, todo eran silencios “que otorgan”, encogimientos de hombros delatadores y denuncias imprecisas, aunque, de momento, el Real Madrid ya ha anunciado que se querellará contra el doctor. Donde sí fue más explícito fue al describir como obtenía sus informaciones en los países del este. Eufemiano viajaba allí, pagado por la Federación, para conocer los trucos para conseguir mayor rendimiento Un sobre con quinientos dólares hacía hablar al galeno más hermético. Una entrevista, en suma, bastante irritante que dejó, sin embargo, algunas conclusiones bastante claras: la necesidad de obtener éxitos ha llevado a ciertos cargos y a muchos deportistas a buscar atajos tramposos y si se supiera toda la verdad, habría que revisar muchos éxitos deportivos. Claro que, puestos a denunciar, tampoco es desdeñable lo que Eufemiano quiso remarcar al final: ¿Por qué nadie denuncia esos diseños de etapa absolutamente inhumanos y demoledores que destrozan al ciclista, en aras del espectáculo?                                

   

lunes, 5 de abril de 2021

CURAS NEGROS


Cada cierto tiempo me encuentro de nuevo con el Dios de mi tierna infancia. Ocurre en esas ceremonias que denominan “Santa Misa” a las que regreso por algún acontecimiento social. Últimamente, por desgracia, casi siempre son funerales. El paso del tiempo no parece afectar a estas ceremonias. Ahí siguen esos rituales repletos de grandes palabras, de fieles que salen al estrado a leer la carta que un santo remoto envió a los filisteos explicándoles en qué consistía la vida eterna. Mensajes tan rotundos como contradictorios donde cabe todo: el amor, la ira de Dios, el desprecio por los mercaderes, la sumisión que santifica…                                                                                                                                                                 Ahí siguen también los monaguillos con cara de aburrimiento, las imágenes sufrientes de santas y mártires vestidos con túnicas y el omnipresente Cristo crucificado, el hijo de Dios que vino al mundo para salvarnos -sin éxito al parecer-, eligió ser macho y blanco y lo hizo en el vientre de una resignada mujer a la que ahorró el engorroso trámite del coito.  Ahí siguen también esos cánticos deprimentes en los que se ruega a Dios que “No esté eternamente enojado” o se le atribuyen las “maravillas” que hizo en nosotros. Allá por los años sesenta, al calor del Concilio Vaticano II, hubo un intento de renovar el repertorio con misas ye-yes y cantos de “Góspel” pero no duró demasiado.                                                                                                                            El entorno, los rituales y la banda sonora de estos actos son tan parecidos a los de muchas décadas atrás que me resulta fácil recuperar en mí a aquel niño que se cobijaba en un Dios que nos había traído al mundo “para ser buenos”. La palabra mágica era “la Fe”. Todas esas preguntas que te hacías en torno a las horas y horas de verborrea religiosa que te hacían tragar curas y monjas, tenían esa respuesta mágica: tienes que creer porque tienes la suerte de tener “Fe”. Punto. En estos rituales funerarios también es habitual escuchar que “los que tenemos fe hoy no estamos tristes, porque sabemos que Fulano está ahora disfrutando de la vida eterna”. Algo que contrasta de forma llamativa con los llantos desconsolados de los allegados.                                                                                                                              No, yo no diría que todo lo que me llegó desde la sobredosis de nacionalcatolicismo que me tocó en suerte fuera pernicioso. En mi vida escolar hubo sacerdotes inteligentes y generosos que se esforzaron en contarnos la biblia de forma amena o más tarde nos hablaron del mensaje social de Jesús o promovieron debates en torno al aborto o el divorcio. El único caso de presuntos abusos sexuales en mi historia escolar lo protagonizó un profesor de gimnasia. No tengo ansias de venganza personal. Hoy en día casi es pura perplejidad.                                                                                                 Pero sí. Observando más atentamente, algunas cosas sí han cambiado en esas misas de ahora. Los dos últimos oficiantes han sido sacerdotes de origen africano. Parece que esta labor se va añadiendo a la lista de oficios que dejamos en manos de los migrantes. También ha desaparecido -supongo que de forma temporal- la engorrosa “mano de la paz”; ahora toca mirar a los vecinos de bancada con la mano en pecho, como si les juraras fidelidad eterna. En varios de esto funerales se ha repetido también un fenómeno bastante lamentable. Muchos de los que acuden prefieren quedarse fuera de la iglesia y sus conversaciones acaban escuchándose en el interior con verdadero estrépito. A ratos incluso, con carcajadas incluidas.  Casualmente me topé ayer con estas palabras de Lev Tolstoi: “Por la vida de una persona es imposible saber si es creyente o no. Si existe alguna diferencia entre los que profesan la ortodoxia y los que no, no es en beneficio de los primeros. La ortodoxia religiosa se encuentra a menudo entre personas estúpidas, crueles e inmorales; la inteligencia, la franqueza y la honradez se suelen hallar entre hombres que se reconocen como no creyentes”.    


miércoles, 24 de marzo de 2021

ALLEN V. FARROW


 “¿Cuál es tu película favorita de Woody Allen? Antes de que respondas, debes saber esto: cuando yo tenía siete años, Woody Allen me tomó de la mano y me llevó a un ático con apariencia de armario en el segundo piso de nuestra casa. Hizo que me acostara boca abajo y jugara con el tren eléctrico de mi hermano. Luego me agredió sexualmente”.                                                                                                                  
  Así comenzaba la carta publicada en 2014 por Dylan Farrow, hija adoptiva de Mia Farrow, poco después de que el cineasta recibiera el globo de oro honorífico por la totalidad de su obra. En aquella gala actrices como Diane Keaton o Enma Stone alabaron las virtudes del director y el tratamiento que su cine había dado a las mujeres.   

En aquellos días toda la polvareda levantada a principios de los noventa, cuando Allen fue acusado por primera vez por su hija adoptiva parecían ya parte de un pasado remoto. La versión del cineasta parecía, en realidad, haber ganado la batalla de los medios: Mia Farrow sería una mujer resentida porque Woody la había abandonado por otra de sus hijas adoptivas, Soon-Yi de 21 años. Las acusaciones eran el producto de una manipulación interesada.                                                                                                       
      Pero tantos años después Dylan volvía a la carga. Ciertamente no existe ninguna condena contra Allen, ya que en su día el fiscal decidió no presentar cargos en su contra para proteger a la pequeña. En 1997 Woody Allen -entonces con 62 años- se casó con Soon-Yi – que tenía 27 años- y desde entonces han ofrecido la imagen de una familia estable y unida. La lista de películas ha continuado creciendo y su prestigio no parecía correr peligro. Pero entonces llegó la carta. Y tras ella el apoyo público de su hermano, Ronan Farrow, ganador del premio Pulitzer precisamente por sus investigaciones en torno a Harvey Weinstein, magnate de Hollywood y condenado por  numerosos casos de violación. Estalla el “Me Too” y Woody Allen vuelve a estar cuestionado.                        

Es cierto lo que dijo Jose Luis Rebordinos, director del Zinemaldia, Allen no está condenado por ningún tribunal y por tanto tiene derecho a la presunción de inocencia. Es cierto también que otro de los hijos adoptivos de Allen, Moses Farrow defiende al cineasta y acusa a Mia Farrow de crear un ambiente “tóxico” en su casa. A menudo se afirma que hay que separar al autor de su obra. Parece probado que Einstein trataba a su mujer como una esclava, que Picasso apagaba colillas en las mejillas de sus amantes o que Rinbaud dedicó buena parte de su vida al comercio de esclavos.                                   

He leído la Autobiografía de Allen “A proposito de Nada y acabo de ver “Allen v. Farrow” en HBO… Francamente, me cuesta creer que Dylan se lo esté inventando todo y que sea el producto de una campaña de su “resentida” madre. Woody Allen es alguien que me ha hecho reír, pensar, emocionarme, evadirme, viajar… es, con diferencia, el director de cine de quien más películas he visto. Pero ya no puedo evitar recordar las palabras con las que Dylan terminaba su carta: “imagínense a su hija de siete años, imagínense que Woody Allen se la lleva al ático. Imagínense que, durante el resto de su vida, a esa niña le dan náuseas cada vez que oye el nombre de él. Imagínense un mundo que aplaude a su abusador”.   

martes, 16 de marzo de 2021

EL LUNES NOS QUERRÁN

 


Animado por mi hija, fui a la presentación del libro “El Lunes Nos Querrán”, flamante premio Nadal de la escritora de origen marroquí Najat El Hachmi. El acto se llevó a cabo en la elegante sala de conferencias de Bidebarrieta Kulturgunea, en Bilbao y mi amiga y compañera en Radio Euskadi Idoia Jauregi hacía de conductora. Durante la entrevista supimos que Najat se crio en los arrabales de Vich, en la provincia de Barcelona, que vivió en un piso minúsculo y que desde muy pequeña se reveló contra el destino que habían escrito en su frente: casarse pronto con un hombre de su “raza”, criar muchos hijos, dedicarse únicamente a las tareas de madre y esposa, caminar por la calle siempre bien tapada y jamás hablar con ningún hombre que no fuera su esposo.                                                                                  

Najat sin embargo se empeñó en estudiar, se convirtió en la “mora empollona” de su escuela pública, llegó a la universidad y encontró en la lectura y, sobre todo, en la escritura su válvula de escape contra tanta opresión y tanto                        desprecio.                                                                                                                 

Una historia con estas características se presta, claro está, a que todos queramos conocer más detalles sobre una vida tan dura. Las preguntas que le fueron llegando desde el público eran casi todas referidas a su condición de mora : ¿cómo te liberaste del pañuelo?, ¿crees que somos racistas con vosotras? ¿Qué opinas de las feministas musulmanas?                                                                                                                                              

Najat iba contestando a todas con respeto y naturalidad, consciente de que su condición de “mora rebelde” tiene mucho morbo, pero ahora, tras leer “El Lunes Nos Querrán” me doy cuenta de que eso precisamente, es algo que cansa profundamente a la escritora:  “con la publicación del libro, empezaron a llamarme de muchos sitios. Nadie me preguntaba sobre el asunto del que realmente quería hablar, que entonces era simplemente el deseo, el deseo que nos impulsa a vivir, a la libertad, a disfrutar de la propia existencia, porque hacía años que sabía que no había otra en el más allá, que debíamos aprovechar las rosas de la vida antes de que se marchitaran. Pero sobre eso nadie me preguntaba. Querían religión, exotismo, política internacional. Todo menos deseo”.  Por encima de todo, la novela con la que ha ganado el Nadal es un canto a la amistad. Es una carta dirigida a esa amiga que siempre estuvo con ella cuando familia y marido fallaban: una mujer libre de espíritu que le demostraba con la práctica que la libertad era posible, que las chismosas del barrio no podían ejercer ningún poder sobre ellas, que ni la religión ni las costumbres ancestrales, ni los recelos de los “de aquí” podrían impedir que esas larvas se convirtieran en hermosas mariposas. Se trata de una historia que no se muestra complaciente con el islam, descrito como una losa para las mujeres, ahora agravada por el fundamentalismo, pero tampoco con las actitudes supuestamente progresistas que se encuentra en Barcelona: “ciertas madres admiraban esas sociedades africanas en las que la tribu entera educaba a los niños. Me daban ganas de decirles: ¿queréis una tribu? Pues os regalo la mía, os regalo sus bondades, que os encierren, que os obliguen a someteros. Podréis dedicaros a vuestros retoños, sí, pero a nada más, y harán lo posible para rebajar vuestra dignidad hasta que ya no recordéis que la teníais”.                                                                                                                          

martes, 9 de marzo de 2021

LAS MAS MACABRAS DE LAS VIDAS

 

Parece que todo lo que rodea a la mejor banda del mundo tiene que ser tan original y genuino como ellos. La película “Las Mas Macabras de las Vidas” de Kikol Grau, está ahora disponible en la plataforma Filmin. Son cincuenta minutos de intensidad brutal tejidos a base de diversas imágenes de archivo. Un trabajo que ganó el prestigioso premio “Dock of The Bay” al mejor documental musical en el festival IN-EDIT de Barcelona y lo hizo -no te lo pierdas- sin que su director rodara una sola escena.                                                                                                                  

Si, nos hallamos ante un trabajo tejido a base de viejas imágenes de archivo, trozos de videoclip y apariciones de la banda en programas de televisión. El hilo conductor usado para contarnos la historia es el de los discos, todos ellos situados en su contexto e ilustrados con diversos mensajes informativos sobre las circunstancias que rodearon a cada uno de ellos. Las imágenes aparecen a menudo con los colores desvaídos o con las rayas habituales en vídeos domésticos que han sido perjudicados por el exceso de uso. En contra de lo que pueda pensarse, todo esto no perjudica el producto final. La estética sucia y caótica que aportan esas imágenes gastadas nos sitúan directamente en los años 80, de la misma forma que las imágenes en blanco y negro del NO-DO y de muchas películas nos pueden situar en los años del franquismo.                                                                                                                             

El resultado final nos ofrece un collage tan caótico como hipnótico en el que, por encima de todo, se refleja muy bien el espíritu de la banda y el ambiente en el que se desarrolló. Cargas policiales contra una comitiva fúnebre, ataques con misiles, las inundaciones del 83, anuncios publicitarios que prometen felicidad… Y en el ojo del huracán tres jóvenes de barrios obreros de la margen izquierda del Nervión que intentan contarlo todo en sus canciones.                                                                                   

Desde luego, tiene gracia, de los numerosos intentos por hacer una película sobre Eskorbuto, hasta la fecha solo han cuajado dos. En “Generación Anti-Todo” de Iñigo Cobos, ni Iosu Expósito ni Jualma Suarez aparecen en un solo plano de la película. En realidad, más que un trabajo sobre la banda es un curioso ejercicio sobre la brecha generacional. En esta ocasión lo que tenemos es la visión subjetiva de alguien que, sin duda, ha sabido extraer la esencia de la banda para montar las imágenes. Y en esto, se sigue produciendo un fenómeno que acompaña al trio de Santurtzi desde su formación. Siempre han contado, en el momento preciso, con esa portada perfecta que alguien les hizo a tiempo, con ese videoclip que les ofrecieron en el momento preciso, con ese fotógrafo que les supo captar en su esencia, con ese teclista que añadió a sus canciones postreras el sonido que necesitaban para sonar diferentes, para ofrecer algo nuevo. Eskorbuto siempre contaron con apoyos importantes en los momentos que más los necesitaban.

“Las Mas Macabras de las vidas” es un trabajo de fan para fans, pero también funciona como viaje en el tiempo. Un viaje desasosegante hacia un tiempo que ya es pasado. Si Iosu, sí: “Todo estará viejo y nosotros estaremos muertos”