jueves, 8 de octubre de 2020

COBAYAS

“Se bueno”, “pórtate bien”. “Si no te sabes comportar nos vamos para casa y punto”. La primera infancia está llena de mensajes como estos. “Portarse bien” no es algo que te defina nadie de forma muy concreta, pero lo vamos sabiendo a medida que “portarse mal” conlleva castigos o reacciones negativas. Al igual que la cobaya va sabiendo a base de calambrazos por donde se accede al trocito de queso, los niños educados “con límites” (esos que dicen que todos pedimos a gritos) vamos discerniendo el bien del mal según cómo reaccionan nuestros educadores a nuestro comportamiento. Pero no. No es tan sencillo. Recuerdo que en cierta ocasión. Cuando tendría unos ocho añitos un compañero de clase se hirió en una rodilla jugando al futbol. Ni corto ni perezoso improvisé una venda con mi bufanda que paró la hemorragia. Sor Primitiva no me dijo, como yo esperaba, que me había portado muy bien, más bien pareció resultarle muy gracioso. Pero lo peor llegó al llegar a casa. A mi madre no le hizo maldita la gracia ver aquella bufanda ensangrentada. Entonces escuché aquella frase desconcertante: “Dios nos hizo hermanos, pero no primos”. No, no siempre es tan fácil discernir el bien del mal. A medida que avanzamos por el camino de la vida vamos comprendiendo que “ser bueno a veces es malo” y “ser malo, a veces puede ser bueno” o dicho de otro modo “De buenas intenciones está el infierno empedrado”. Este tipo de reflexiones rondaban mi cabeza mientras veía en Netflix el reportaje “El Dilema de las Redes Sociales". Varios ex directivos de Facebook, Twitter y Google nos advierten de que estas herramientas son tremendamente adictivas -ellos estuvieron durante años trabajando para logarlo y por eso lo saben muy bien- y los usuarios estamos, sin quererlo, contribuyendo a crear una inmensa inteligencia artificial que terminará por controlar nuestras propias vidas. Según estos señores (todos masculinos) ni siquiera ellos mismos eran ya capaces de controlar un monstruo “que va tomando ya sus propias decisiones”. Ninguno de ellos tiene ya instalada red social alguna en sus móviles y aconsejan a todo el mundo que haga lo propio. El ex dirigente de Google ahora utiliza otro buscador que “no deja huella digital”. Así que ya ves. Tú creías estar compartiendo asuntos de interés con amigos y conocidos, creías que, en realidad, evitar la publicidad era facilísimo, creías, en suma, estar practicando un entretenimiento inocente y hasta productivo y resulta que no. Lo que estás haciendo es alimentar un inmenso Gran Hermano que poco a poco se adueñará de la voluntad de los humanos sin que estos puedan hacer nada por evitarlo. Es realmente inquietante. ¿O no? Lo miro en Google un día de estos.

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