lunes, 16 de abril de 2018

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 Es una pregunta que nunca jamás realizo como periodista y que me hacen a menudo como entrevistado: ¿podrías contarme alguna anécdota divertida que recuerdes?
Indefectiblemente el rostro de quien pregunta adopta entonces una expresión bobalicona, como si supiera de antemano que algo muy divertido va a salir de mi boca.
En esos casos se me ocurren varias respuestas, a cual más borde: “Pues no. Seguramente hay unas cuantas que podrían resultar divertidas, pero así, a bote pronto no me vienen más que chorradas y prefiero no decir más chorradas que las necesarias”. O bien: “Te voy a contar una anécdota muy divertida. Hubo una vez, cierto periodista que me preguntó a ver si tenía alguna anécdota divertida, le dije que no y se quedó con la boca abierta”...
Lo cierto es que al final, hay que reconocerlo, la anécdota vende y a menudo, permanece en el tiempo con más solidez que las sesudas reflexiones. Francisco Umbral es recordado constantemente por aquello de “he venido a hablar de mi libro”, Camilo José Cela es, para muchos, aquel que se tiró un pedo en el senado (a quién le importa que lo desmintiera hasta la saciedad) , Fernando Arrabal es aquel loco que apareció borracho en un debate de televisión y gritó “¡cojones ya!” y Sanchez Dragó es el profeta del “orgasmo seco”, hasta el punto que ha tenido que decir públicamente que “no volverá a hablar del tema”. 
Las tertulias entre amigos se alimentan de anécdotas y tal es el su poder que poco importa al final lo que tengan de verdadero. Una buena anécdota –especialmente si tiene buenas dosis de morbo-  derrota siempre a la verdad. Todo el mundo tiene un amigo de un amigo que escuchó la famosa bobada del perrito goloso que tenía una fan de Ricky Martin y un primo que vio salir de un portal a Carlos Iturgaiz con la novia de Miguel Ángel Blanco.
La era de Internet, además de las fake news (que se alimentan de esta necesidad compulsiva de anécdotas) nos ha traído la cultura del click. Miles de publicaciones-web compiten en el mercado de la anécdota poniéndonos constantemente cebos para que piquemos: “Esta cara se le quedó a Amaia Romero cuando le dieron una noticia inesperada” , “ Letizia y la reina Sofia generan polémica tras el video de su bronca”. “Escándalo tras las últimas declaraciones de Keith Richards sobre la paternidad de Mick Jagger”. Nunca en la historia del periodismo las palabras “polémica” y “escándalo” se han utilizado de forma tan constante y con tan poco fundamento.
Recientemente un periodista de un diario digital de cierto renombre me confesaba que estaba harto de la obsesión por conseguir clicks y lo que esto suponía para el ejercicio de la profesión. A tal punto hemos llegado en esta deriva “anecdotista” que hasta los audio-guías de los monumentos históricos están plagados de anécdotas. Visitando las murallas de Avila puede escuchar por los auriculares como una supuesta Teresa de Ávila, con una vocecilla ridícula me contaba en primera persona sus experiencias místicas.
¿lo veis? Al final yo mismo he terminado por contar una anécdota. Si es que ...       

                              

1 comentario:

Unknown dijo...

Si si hola hola bien.