miércoles, 8 de julio de 2020

LA VIDA, ESE CHISTE

Hace mucho que nadie me cuenta un buen chiste. Sospecho además que el propio formato está cayendo en desuso y el mero hecho de contarlo te puede situar directamente en el grupo de los “demodés”, “cutres” o, como dicen ahora “boomers”(por aquello del Baby Boom). Si te arrancas con un chiste fuera de tu entorno más íntimo te puedes encontrar con caras de desprecio, burla generalizada y por supuesto oídos ofendidos.
El humor de pequeño formato se centra ahora en los “memes” o en los videos rápidos tipo “Tic Toc” . Ni siquiera los programas de nostalgia televisiva se atreven a rescatar a los chistosos clásicos. Definitivamente el chistes es de mal gusto y hay que esconderlo en el mismo baúl donde guardas los calcetines blancos con rayitas, el austriaco o la colección completa de la revista LIB.
Lejos quedan ya los tiempos en los que el chiste era un arma

subversiva, una pequeña porción de libertad y de sátira que se contaba en voz baja y buscaba la complicidad.
Recuerdo perfectamente el primer chiste que me contaron de Franco: “Se muere un tío y San Pedro le recibe en una sala repleta de relojes con una sola aguja. ¿Para que son esos relojes? –pregunta- San Pedro le explica: cada reloj pertenece a una persona , cada vez que dice una mentira la aguja da una vuelta. Así tenemos un registro de las mentiras que se han dicho durante su vida. El muerto comienza a leer nombres y observa que hay varios dirigentes políticos. Entonces pregunta al santo : ¿y donde está el reloj de Franco?. ¡Ah, ese!, lo tiene Dios de ventilador”.
Como en otras tantas expresiones no se deben de meter todos los chistes en el mismo saco. Los buenos chistes son pequeñas obra de arte en las que el uso del lenguaje verbal y la mímica adecuada logran algo tan fantástico como una carcajada espontánea. Una de las reacciones más libres, gozosas y estimulantes que se pueden provocar. Su mejor ecosistema no son ni las grabaciones ni los teatros ni los textos escritos. Para mí el chiste funciona mejor en las distancias cortas.
Vaya desde aquí mi homenaje a los chistes de Jaimito, ese niño pre-punk que usábamos para poder burlarnos de los corsés y las absurdas reglas con las que trataban de amargarnos la infancia. Larga vida a los chistes verdes, alternativa golfa a la educación sexual que no nos daban en clase. Honor y gloria al humor negro, una forma como otra cualquiera de sacarle la lengua a la muerte, antes de que ella nos gane la partida... y sí, por supuesto, a la mierda los supuestos chistes que hacen mofa del débil o de colectivos históricamente masacrados.
Nadie sabe a ciencia cierta donde empiezan estas piezas de humor popular. Yo creo bastante probable la teoría de que nacen en entornos donde hay mucho tiempo y mucha mala leche (cárceles cuarteles...) y es que no nos engañemos, decía Madonna que el sexo es sucio cuando es bueno. Yo diría que el chiste es bueno cuando es salvaje.

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