Tengo que confesarlo. Me enteré de la existencia de la serie “Los Favoritos de Midas” gracias al boicot promovido contra Netflix por permitir la participación de Guillermo Toledo.
Dejando a un lado las formas, me parece muy peligroso que se boicotee a alguien por expresar opiniones políticas, más cuando su mayor “pecado” fue acusar al rey emérito de cobrar comisiones ilegales de Arabia Saudí y soltar algún juramento de los que todos escuchamos a diario.
Lo
cierto es que esta campaña, me temo, ha sido totalmente contraproducente y ha
servido, sobre todo, para que muchos como yo se acerquen a una serie que, por
otro lado, resulta de lo más recomendable. Aunque visto lo visto, lo mismo ha
sido idea de Netflix. Ahora las promociones de series parecen medirse en
función de las campañas de firmas en contra que te hagan en “Change.org”
A diferencia de otras producciones españolas, aquí los actores vocalizan
bien, resultan creíbles y no sobreactúan. El guion -inspirado en una obra de
Jack London- consigue mantener el suspense durante toda la historia y la
ambientación, que oscila entre los ambientes exclusivos de la clase alta madrileña
y las constantes revueltas callejeras, está cuidada al detalle. El Covid, lógicamente, no aparece por ningún lado,
pero, a diferencia de otras producciones, el ambiente apocalíptico que se usa
como telón de fondo, consigue que la historia no resulte anacrónica. Al fin y
al cabo, aquí también, de otra forma, se está hablando de un virus que mata: el
virus de la codicia.
De acuerdo con la mitología
griega, el dios Dioniso le otorgó al rey Midas un deseo y éste eligió el
poder de convertir en oro todo cuanto tocara. Así que la comida también se
hacía oro a su contacto.
Basado en esta fábula Jack London en 1901 escribió “Los sicarios de Midas” (The Minions of Midas) cuando era un socialista convencido y ahora Mateo Gil recupera esa historia situándola en las cloacas de un Madrid distópico donde la banca, la política y la prensa se necesitan tanto como se traicionan.
El punto de partida de ambas obras es el mismo. Un magnate recibe la carta de un grupo misterioso que exige una gran suma de dinero. Hasta que el extorsionado se decida a pagar, ellos van matando gente al azar. A Guillermo Toledo (que así aparece en los créditos) le toca el paradójico papel de policía. A mi siempre me ha gustado como actúa este hombre. Me reía con el en “7 Vidas” y “Al Otro lado de la Cama”, pero aquí, la verdad es que se sale. Su personaje es un inspector de policía torturado por su incapacidad para avanzar en el caso más difícil de su vida. Parece como si el actor hubiera querido callar la boca a todos aquellos que querían verle arruinado, convertido en un pelele, en una pura anécdota.
Su papel es muy importante, tanto como el de Luis Tosar, que es
el protagonista y Toledo aguanta el envite a la perfección. Le veo como a esos
futbolistas cuestionados por la afición, que de pronto meten un gran gol y hace
callar a la grada. La serie, gracias quizá a su origen literario, recupera el
valor de la interpretación simbólica e invita a reflexionar sobre algunas
cuestiones que están muy de actualidad, por ejemplo ¿hasta qué punto
empatizamos con la muerte y el sufrimiento cuando no nos afectan directamente? Me viene a la cabeza el título del libro
escrito por el doctor Javier Padilla: ¿A quién dejamos morir primero?
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