miércoles, 16 de diciembre de 2020

RAMONES TRAS LA CAMISETA


Nunca, ni en sus mejores momentos, se habían visto tantas camisetas de los Ramones por la calle. Uno ve a esa gente tan joven luciendo su escudo en el pecho y se pregunta ¿hasta qué punto sabrán lo que llevan puesto?

Ramones eran la pura imagen de la contundencia. Irrumpieron en nuestras vidas como un misil y durante meses no quisimos oír nada más. Cuatro cabestros a nuestra medida, uniformados en cuero, vaqueros y gafas oscuras haciendo canciones de dos minutos sin un solo punteo. ¡Era exactamente lo que necesitábamos en aquel momento: ruido, velocidad, alegría, lemas repetidos … One! Two! Three! four! Música para saltar, música para escuchar con todo el cuerpo. Llegaban de la lejana y mitificada New York, pero parecían como de casa. Para ser un Ramone no hacían falta muñequeras de pinchos ni melenas cardadas, bastaban unos vaqueros, una camiseta, una chupa de cuero y unas “John Smith” (ahora ya Converse) y si querías formar una banda “ramonera” eran suficientes tres acordes y a veces te sobraba uno. 

Todo nos parecía entonces de lo más coherente. Esos tipos malencarados no necesitaban tener biografía ni escándalos, ni largas entrevistas en las revistas de rock. Por no tener no tenían ni apellido, todos pasaban a ser “Ramone” según entraban en la banda. Ese sonido rápido, sencillo y estridente, que ahora parece lo más normal del mundo, era toda una novedad cuando surgió. De hecho, al principio no fue bien aceptado entre los rockeros de la época. La línea mayoritaria en aquellos mediados setenta apostaba entonces por fórmulas mas complejas, por la superación de los sencillos sesenta y aquel punk emergente resultaba demasiado simple, demasiado macarra en la era de los Zeppelin y los Pink Floyd.

En septiembre del año 1981, los Ramones llegaban al velódromo de Anoeta. Un montón de fieles nos amontonamos en el tren Bilbao-Donostia (que entonces tardaba una eternidad) para asistir a un evento que no olvidaré mientras viva. El espectáculo no duró mucho más de una hora, pero ¡que hora! Estuvimos en las primeras filas saltando y chocando como posesos sin poder creer los que teníamos delante. La pura condensación del mejor espíritu del rock & roll que imaginarse pudiera. Pero sí. Ellos también tenían su historia interna y por lo que hemos podido saber una historia más bien triste. El documental sobre su andadura “The End of The Century” está ahora disponible en Youtube con subtítulos. El regusto final no puede ser más amargo. Resulta que Johny y Joey, guitarra y cantante estuvieron los 17 últimos años de su carrera sin hablarse. Joey consideraba que Johny le había robado a su chica. Esto creo un ambiente horrible que, sin embargo, no terminó con la banda, pero sí con su convivencia. Tommy, el batería acabó huyendo de la quema y Dee Dee, el bajista se enganchó a las drogas, que finalmente le llevarían a la muerte. La política también les dividió. Joey era un abanderado de causas izquierdistas mientras Johny era un republicano convencido. Es muy significativo el momento en el que acuden a recibir su estrella en el “Hall of Fame”. Johny se lo dedica a George Bush y Dee De se homenajea a sí mismo con un discurso que destila hartazgo. Para entonces Joey, el cantante, que siempre tuvo problemas de disfuncionalidad, había fallecido de cáncer. . Cuatro amigos de un barrio unidos por su afición a los Stooges hacen realidad su sueño y acaban arrastrando su nombre por los escenarios sin el menor feeling interno. Como dice Dee Dee en cierto momento del reportaje “Tenemos lo que cualquier joven del mundo querría tener y ni siquiera somos capaces de comunicarnos… ¿Quién lo entiende?”

En fin. Siempre nos quedará Anoeta.

 


3 comentarios:

Antxon Rabella dijo...



Buena historia. Me veré el documental.

nineuk dijo...

Bieeeen . Ya haremos análisis de texo ;-)

Viajamos Juntos dijo...

me encanto, estuve en River Plate en el ultimo recital en Argentina !!!

Hey Ho! Let's Go