martes, 8 de julio de 2025

PUNK: SUENA COMO UN PUÑETAZO


 

Era una tarde lluviosa de 1979 y nuestro plan era ir a divertirnos a la discoteca “Vostok” de Portugalete (Bizkaia). Y allí nos plantamos los tres, Josu Expósto, Marilu y yo. Íbamos al “Vostok” porque ponían música cañera y hacían la vista gorda con el fumeteo variado. Ese modelo de discoteca era minoritario, las masas juveniles abarrotaban esas otras donde se bailaba música “disco” o se pedía baile cuando llegaban las lentas. En el “Vostok” solo se bailaba “a lo suelto” y cada cual interpretaba eso a su modo. A las discotecas convencionales solo íbamos en ocasiones puntuales, para ver conciertos como el de “Baron Rojo” en el “Aloha”, el de “Storm” en el “Young’s” o el de Moris en el “Delphos”. Pero aquel día Josu estaba rebotado. Había salido con ganas de quemarlo todo, y el “pinchadiscos” no quería pinchar a sus ídolos, le daban largas constantemente y su paciencia se estaba agotando.                                                                   

 -No nos pueden engañar así siempre tío, ¿Qué cojones es esto? ¿Otra vez la puta “Layla”deprimente esta? ¿Ya ves cuantos bailan con esto? La hippy esa divina que se ha terminado la caja de optalidones de su madre y el moscón de barbas que solo bailotea a su alrededor porque se ve a la legua que está al pille. Mira tío, para esto casi prefiero ir al “Galo’s” a bailar a Travolta o al “Volante”, que siempre hay hostias y es más divertido… ¿Qué ha pasado con este puto garito?Josu lo decía porque, tan solo un año antes el Vostok se había rendido al punk rock. De pronto eran habituales allí Ramones, Rezillos, Sex Pistols, Nina Hagen o The Clash. Los “pogos” y los bailes frenéticos se adueñaron de la sala por un fantástico periodo. Pero de un día para otro, como por arte de magia, el punk era ya pasado, o al menos eso se diría viendo aquel panorama.                                                         

Bien es verdad que, de la mano de aquella moda, los pacíficos y apalancantes porros habían sido sustituidos por sustancias más acelerantes. Los tumultos a la entrada y las visitas policiales se habían hecho habituales y, hartos de quejas vecinales, los dueños del local decidieron cortar por lo sano y volver a la “Steve Miller Band”, “Neil Young” y compañía. Aquello del “punk” fue arrinconado y, como mucho, podría sonar lo que ya todos llamaban “New Wave”, que era como una continuación, pero más asimilable: Elvis Costello, Blondie, Joe Jackson, Nacha Pop… los nombres que llenaban ahora “Tocata” el programa “pop” de la televisión pública que marcaba la pauta. Emulando a su querido Keith Moon, batería de “The Who”, Josu se puso hasta las trancas de ginebra (a pelo y sin hielo) y acabó vomitando en la esquina de un callejón cercano mientras se cagaba en todo lo imaginable. Marilu y yo decidimos acompañarlo hasta su casa en el monte Serantes, subiendo por escaleras irregulares y mal iluminadas que no terminaban nunca y acompañados de una banda sonora de perros excitados durante todo el recorrido.                       

Antes de entrar en su casa me lo soltó con una mezcla de pena y rabia: “El punk ha muerto, Rober, viva el punk vivo o muerto”. Allí mismo le oí decir esa frase que años más tarde cantara con sus Eskorbuto. El dichoso punk parecía seguir la misma suerte fugaz de aquel “Glam Rock” de algunos años atrás: Unos meses de portadas en las revistas de música, unos cuantos temas de éxito, media docena de artículos asustadizos en los suplementos dominicales y a otra cosa mariposa. La muerte de Sid Vicious, sospechoso a su vez de haber matado a su mujer, parecía el feo broche de roña para aquel movimiento.

Pero pocos años mas tarde, entrando ya en los ochenta, ,empezaron a ocurrir cosas. Aquella estética de los pelos de punta y las ropas rasgadas renacía con fuerza en espacios que ya no eran meramente musicales. Los hijos del Baby Boom, ahora veinteañeros teníamos ganas de protagonizar nuestro tiempo. De pronto empezó a hablarse de “arte punk”, de “cine punk”, de “literatura punk”, los movimientos squaters y anti-militaristas también se reivindicaban como tales. Nuevas bandas como UK Subs, GBH o Stiff Little Fingers tomaban el relevo y la onda expansiva se extendía a lo largo del globo de forma imparable. Esta nueva oleada llegaba con un lema fundacional que acabaría por convertirse en mantra: “Do It Yourself” (Hazlo tú mismo).                                                                                                             

En la Euskal Herria de los ochenta, azotada por una intensa conflictividad en varios frentes, el fenómeno cuajó con una fuerza inesperada. En abril de 1983 un grupo de chicas jovencísimas de Bilbao, la “Vulpes” protagonizan un escándalo sin precedentes en el panorama musical español. La emisión en un programa matutino de televisión de su tema “Me Gusta ser una Zorra” provoca una oleada de quejas y protestas airadas desde los sectores más rancios de la sociedad. La fiscalía general del Estado presenta una querella por escándalo público y el programa “caja de Ritmos” es retirado de la programación. El rock volvía a ser transgresor y lo hacía de la mano del punk. Aquello no fue sino la mecha que empezaba a arder. Llegaría después otro auténtico aluvión de bandas que arrastraron a miles de seguidores. Punk era sinónimo de desobediencia, de rebelión, de dedo corazón mostrado a todo lo carca, lo establecido, lo caduco. Fenómenos como Eskorbuto, a quienes se aplicó la ley anti-terrorista por el contenido de una maqueta, o Pussy Riots, encarceladas por realizar un acto de protesta en una iglesia rusa, muchos años después, seguían usando el término acuñado en un fanzine neoyorkino allá por el 76. De hecho, hoy en día la palabra “punk” sigue apareciendo de forma recurrente en todo tipo de artículos. ¡Quién lo iba a decir, querido Josu! 

Pero ¿Qué es en realidad eso del “punk”? ¿Qué lo une o lo separa de tantas otras corrientes rebeldes del pasado? ¿Cuánto tiene de moda? ¿Cuánto tiene de ideología? ¿Estamos hablando de una actitud, de un modo de vida, de una cultura? Han pasado los años suficientes para que estas y otras preguntas sean ahora objeto de estudio académico y de investigación científica. En esa labor de aportar luz y taquígrafos nos llega este pedazo de trabajo firmado por David Vila, que supone un trabajo serio -y a la vez tremendamente entretenido- para situar el fenómeno en sus términos precisos. 

 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen texto, Roberto.
Puede ser Marilú la jebi? Creo que había otra Marilú en Artrosis... puede ser o se me pira?? 😅
Salud!!!

Anónimo dijo...

Esta es otra Marilu. Mi primera novia. Un abrazo.

Roberto Moso Gil dijo...

El comentario anterior es mio 😉

Quaaluders dijo...

Excelente articulo, un saludo desde el barrio

Anónimo dijo...

Muchas gracias. In placer