Era una tarde lluviosa de 1979 y nuestro plan era ir a
divertirnos a la discoteca “Vostok” de Portugalete (Bizkaia). Y allí nos
plantamos los tres, Josu Expósto, Marilu y yo. Íbamos al “Vostok” porque ponían
música cañera y hacían la vista gorda con el fumeteo variado. Ese modelo
de discoteca era minoritario, las masas juveniles abarrotaban esas otras donde
se bailaba música “disco” o se pedía baile cuando llegaban las lentas. En
el “Vostok” solo se bailaba “a lo suelto” y cada cual interpretaba eso a su modo.
A las discotecas convencionales solo íbamos en ocasiones puntuales, para
ver conciertos como el de “Baron Rojo” en el “Aloha”, el de “Storm” en el
“Young’s” o el de Moris en el “Delphos”. Pero aquel día Josu estaba rebotado.
Había salido con ganas de quemarlo todo, y el “pinchadiscos” no quería pinchar
a sus ídolos, le daban largas constantemente y su paciencia se estaba
agotando.
-No nos pueden engañar así siempre tío, ¿Qué cojones
es esto? ¿Otra vez la puta “Layla”deprimente esta? ¿Ya ves cuantos bailan con
esto? La hippy esa divina que se ha terminado la caja de optalidones de su
madre y el moscón de barbas que solo bailotea a su alrededor porque se ve
a la legua que está al pille. Mira tío, para esto casi prefiero ir al “Galo’s”
a bailar a Travolta o al “Volante”, que siempre hay hostias y es más
divertido… ¿Qué ha pasado con este puto garito?Josu lo decía porque, tan solo
un año antes el Vostok se había rendido al punk rock. De pronto eran
habituales allí Ramones, Rezillos, Sex Pistols, Nina Hagen o The Clash. Los
“pogos” y los bailes frenéticos se adueñaron de la sala por un fantástico
periodo. Pero de un día para otro, como por arte de magia, el punk era ya
pasado, o al menos eso se diría viendo aquel panorama.
Bien es verdad que, de la mano de aquella moda, los
pacíficos y apalancantes porros habían sido sustituidos por sustancias más
acelerantes. Los tumultos a la entrada y las visitas policiales se habían
hecho habituales y, hartos de quejas vecinales, los dueños del local decidieron
cortar por lo sano y volver a la “Steve Miller Band”, “Neil Young” y
compañía. Aquello del “punk” fue arrinconado y, como mucho, podría sonar lo que
ya todos llamaban “New Wave”, que era como una continuación, pero más
asimilable: Elvis Costello, Blondie, Joe Jackson, Nacha Pop… los nombres que
llenaban ahora “Tocata” el programa “pop” de la televisión pública que marcaba
la pauta. Emulando a su querido Keith Moon, batería de “The Who”, Josu se
puso hasta las trancas de ginebra (a pelo y sin hielo) y acabó vomitando
en la esquina de un callejón cercano mientras se cagaba en todo lo
imaginable. Marilu y yo decidimos acompañarlo hasta su casa en el
monte Serantes, subiendo por escaleras irregulares y mal iluminadas que no
terminaban nunca y acompañados de una banda sonora de perros excitados durante
todo el recorrido.
Antes de entrar en su casa me lo soltó con una mezcla
de pena y rabia: “El punk ha muerto, Rober, viva el punk vivo o muerto”. Allí
mismo le oí decir esa frase que años más tarde cantara con sus Eskorbuto. El
dichoso punk parecía seguir la misma suerte fugaz de aquel “Glam Rock” de
algunos años atrás: Unos meses de portadas en las revistas de música, unos
cuantos temas de éxito, media docena de artículos asustadizos en los
suplementos dominicales y a otra cosa mariposa. La muerte de Sid Vicious,
sospechoso a su vez de haber matado a su mujer, parecía el feo broche de roña para
aquel movimiento.
Pero pocos años mas tarde, entrando ya en los ochenta, ,empezaron a ocurrir cosas. Aquella estética de los pelos de punta y las ropas rasgadas renacía con fuerza en espacios que ya no eran meramente musicales. Los hijos del Baby Boom, ahora veinteañeros teníamos ganas de protagonizar nuestro tiempo. De pronto empezó a hablarse de “arte punk”, de “cine punk”, de “literatura punk”, los movimientos squaters y anti-militaristas también se reivindicaban como tales. Nuevas bandas como UK Subs, GBH o Stiff Little Fingers tomaban el relevo y la onda expansiva se extendía a lo largo del globo de forma imparable. Esta nueva oleada llegaba con un lema fundacional que acabaría por convertirse en mantra: “Do It Yourself” (Hazlo tú mismo).
En
la Euskal Herria de los ochenta, azotada por una intensa conflictividad en
varios frentes, el fenómeno cuajó con una fuerza inesperada. En abril de
1983 un grupo de chicas jovencísimas de Bilbao, la “Vulpes” protagonizan
un escándalo sin precedentes en el panorama musical español. La emisión en
un programa matutino de televisión de su tema “Me Gusta ser una Zorra” provoca
una oleada de quejas y protestas airadas desde los sectores más rancios de
la sociedad. La fiscalía general del Estado presenta una querella por
escándalo público y el programa “caja de Ritmos” es retirado de la
programación. El rock volvía a ser transgresor y lo hacía de la mano del punk.
Aquello no fue sino la mecha que empezaba a arder. Llegaría después otro
auténtico aluvión de bandas que arrastraron a miles de seguidores. Punk
era sinónimo de desobediencia, de rebelión, de dedo corazón mostrado a
todo lo carca, lo establecido, lo caduco. Fenómenos como Eskorbuto, a quienes
se aplicó la ley anti-terrorista por el contenido de una maqueta, o Pussy
Riots, encarceladas por realizar un acto de protesta en una iglesia rusa,
muchos años después, seguían usando el término acuñado en un fanzine neoyorkino
allá por el 76. De hecho, hoy en día la palabra “punk” sigue apareciendo de
forma recurrente en todo tipo de artículos. ¡Quién lo iba a decir, querido
Josu!
Pero ¿Qué es en realidad eso del “punk”? ¿Qué lo une o lo
separa de tantas otras corrientes rebeldes del pasado? ¿Cuánto tiene de
moda? ¿Cuánto tiene de ideología? ¿Estamos hablando de una actitud, de un modo
de vida, de una cultura? Han pasado los años suficientes para que estas y otras
preguntas sean ahora objeto de estudio académico y de investigación
científica. En esa labor de aportar luz y taquígrafos nos llega este
pedazo de trabajo firmado por David Vila, que supone un trabajo serio -y a
la vez tremendamente entretenido- para situar el fenómeno en sus términos
precisos.
5 comentarios:
Muy buen texto, Roberto.
Puede ser Marilú la jebi? Creo que había otra Marilú en Artrosis... puede ser o se me pira?? 😅
Salud!!!
Esta es otra Marilu. Mi primera novia. Un abrazo.
El comentario anterior es mio 😉
Excelente articulo, un saludo desde el barrio
Muchas gracias. In placer
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