Mítico Gaueko |
Recuerdo los bares de barrio de mi infancia, el cartel de “Prohibido
Cantar” tantas veces desafiado con cánticos etílicos , el serrín en el suelo y
los cuadros en las paredes con la alineación del Athletic de Ronnie Allen o
Urtain en posición de vapulear a quien le pusieran por delante . Recuerdo las
máquinas de discos con su mecanismo asombroso y aquellas fotos coloristas de
las carátulas: “Tony Ronald: Help”, “Dolores Vargas, La Terremoto: Achilipú” ,
“ Lone Star: Mi Calle”. A veces los visitaba de la mano de mi padre y otras en
alegre tropel infantil, pidiendo un vaso de agua después de una agotadora
jornada de juegos. Según el día que tuviera el señor Gervasio, el agua podía
venir en vaso o en sifón, que era el instrumento que usaba para “disolvernos”.
Llegaron después bares adolescentes, tontódromos entrañables de
miraditas y “manchados” , donde cayeron los primeros cigarros y nos hicimos
diestros al futbolín y a los petacos, que se llevaban buena parte de nuestra
paga semanal. En aquel cuchitril sonaban a todo trapo el “Highway To Hell” de
los AC/DC , “Hurricane” de Bob Dylan y “Roxette” de Doctor Feelgood, aunque la
chicas eran más propensas a seleccionar el “Te Amo” de Humberto Tozzi o
“Margarita” de Richard Cocciante.
Tuve también algún periodo, no muy prolongado, en el que practiqué el
“poteo”, recorridos de bar en bar en los
que diestros camareros eran capaces de memorizar cinco comandas de siete potes
cada una mientras servían otras dos.
Bastante más tiempo pasé en aquellos densos y humeantes “garitos
enrrollados” que surgieron como setas a finales de los setenta. En esos antros empezamos
a tratar con gente diferente a la de nuestra eterna cuadrilla: militantes de
partidos imposibles, politoxicómanos, aspirantes a poetas, marinos sin brújula,
modernos recalcitrantes, hippies viejos y músicos, muchos músicos de variados
estilos y aspiraciones. En esos templos musicales, que siempre vivían bajo todo
tipo de amenazas, es donde se fraguaron bandas como Eskorbuto, Neurosis, Dinamita
pa Los Pollos, Hertzainak y tantas otras. La nuestra nació en una cervecería. A
medida que se iba vaciando el contenido de la jarra de cerveza, fuimos
estableciendo las bases de un proyecto que , como tantos, empezó siendo un
simple sueño: “venga, no tiene que ser tan difícil, otros lo hacen ¿por que
nosotros no?. Iremos guardando las pagas y los aguinaldos y vamos comprando
material. Tú aprendes a tocar la guitarra, tú la bateria y yo aprendo euskera.
Vamos a dejar a todo el mundo con la boca abierta...”
Levanto mi copa en honor de todos los buenos bares del mundo. Templos
donde “todo el mundo sabe tu nombre” como se decía en la sintonía de “Cheers”,
uno de los mejores homenajes audiovisuales que se se hayan realizado sobre los
bares.
Bares inmundos, tabernas fantásticas, cafés decadentes, Pubs de
pueblo, cafés-teatro, barras de pinchos, bares de conciertos, restaurantes
acogedores, cafeterías “de toda la vida”...
Vaya desde aquí mi humilde homenaje a todos los que lo estáis pasando
mal en estos días de pesadilla. Queridos
bares. Qué habría sido de mi sin vosotros.
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