"Mierda de Artista" de Piero Manzoni
Antiguamente el arte era algo evidente: había quien sabía dibujar un retrato o un paisaje y quien no. Estaba quien podía cincelar una escultura perfecta y luego estaban todos los demás, que debían limitarse a contemplarla y a decir cosas del tipo ¡que impresionante! ¡Si parece que te está mirando! El arte podía tener una misión decorativa o ritual, podía estar al servicio de los poderosos o en la pared de una cueva, pero cualquier mortal podía señalar con el dedo a quien hacía obras de arte y extasiarse -o no- ante un cuadro o una escultura. Pero mira por donde, eso ha cambiado. Ahora un artista puede vender - literalmente- su mierda en botes, masturbarse sobre un lienzo o incluso perder la vida en una “performance” consistente en hacer auto-stop en traje de novia (como le ocurrió a Pippa Bacca). Desde que se inventó la fotografía, el arte ya no tiene como principal misión reproducir la realidad. El común de los mortales asiste así a nuevas experiencias artísticas en las que -a menudo- no sabemos muy bien cuál es nuestro papel, si es que nos corresponde alguno. Sin embargo, todos los años se inauguran museos de arte moderno por todo el mundo y una masa inmensa de turistas vamos contemplando propuestas y tratando de entender explicaciones.
Recuerdo
ahora una tarde lluviosa, hace algunos años. Me acerqué al Guggenheim para ver
la exposición de Andy Warhol. Cuando paseaba entre “Marilynes” y sopas Campbell
topé con un grupo de presuntos jubilados que escuchaban las explicaciones de
una guía muy joven. Me adosé discretamente al grupo. Animados por la calidez
grupal, algunos de los presentes se atrevían a hacer comentarios “divertidos”
del tipo “oye, ¿y qué tiene eso de arte?” o “menuda chorrada, eso también lo
hago yo” ... En realidad, aquel
contraste me estaba resultando de lo más entretenido hasta que aquella guía,
que no parecía especialmente experta en la materia, se metió en terrenos más
familiares para mí: “lo que estáis escuchando es la música de un grupo que
fundó Andy Warhol. No los conoceréis porque no fueron nada famosos, se llamaban
“La Velvet Underground” y como podréis adivinar hacían una música rarísima”.
“hombre, música, música yo no lo llamaría” apostilló el graciosete del grupo con
tono de sorna, provocando la correspondiente risotada general y la sonrisa
cómplice de la chica. “Perdona”, le dije armándome de valor, estás hablando de
una de las bandas más importantes del siglo pasado. Varias docenas de ojos se
clavaron en mi osada figura y tras un silencio denso, pudieron escuchar la
rotunda respuesta de la guía: “Tú no eres de este grupo ¿verdad?”. Vale, me
largué entre murmullos de desaprobación, pero íntimamente satisfecho de mi
“performance”. ¿Qué podíamos aprender de alguien que se atreve a hablar así de
la Velvet Underground”?
En el recién editado “20 Toneladas -arte contemporáneo
para turistas-“ Luis Izquierdo-Mosso, que lleva toda su vida metido en el ajo
artístico, hace un recorrido por varias de esas manifestaciones que llamamos
“arte contemporáneo”. Armado de buen humor y conocimiento de la materia, nos
ofrece un apasionante recorrido por manifestaciones artísticas de las últimas
décadas en un afán por arrojar luz sobre esas expresiones que, a menudo, son
objeto de risa, burla o incomprensión basadas, normalmente, en la simple ignorancia.
Dicho con sus palabras:
“A principios del siglo XX se inició un proceso de
demolición sistemática de los límites del arte y éste se desbordó. La sombra del
arte colonizó todo tipo de objetos, situaciones, acciones y capacidades,
generando una confusión de medios e intenciones que ha perturbado a propios y a
extraños”.
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