Animado por mi hija, fui a la presentación del libro “El Lunes Nos Querrán”, flamante premio Nadal de la escritora de origen marroquí Najat El Hachmi. El acto se llevó a cabo en la elegante sala de conferencias de Bidebarrieta Kulturgunea, en Bilbao y mi amiga y compañera en Radio Euskadi Idoia Jauregi hacía de conductora. Durante la entrevista supimos que Najat se crio en los arrabales de Vich, en la provincia de Barcelona, que vivió en un piso minúsculo y que desde muy pequeña se reveló contra el destino que habían escrito en su frente: casarse pronto con un hombre de su “raza”, criar muchos hijos, dedicarse únicamente a las tareas de madre y esposa, caminar por la calle siempre bien tapada y jamás hablar con ningún hombre que no fuera su esposo.
Najat sin embargo se empeñó en estudiar, se convirtió en la “mora empollona” de su escuela pública, llegó a la universidad y encontró en la lectura y, sobre todo, en la escritura su válvula de escape contra tanta opresión y tanto desprecio.
Una historia con estas características se presta, claro está, a que todos queramos conocer más detalles sobre una vida tan dura. Las preguntas que le fueron llegando desde el público eran casi todas referidas a su condición de mora : ¿cómo te liberaste del pañuelo?, ¿crees que somos racistas con vosotras? ¿Qué opinas de las feministas musulmanas?
Najat iba contestando a todas con respeto y naturalidad, consciente de que su condición de “mora rebelde” tiene mucho morbo, pero ahora, tras leer “El Lunes Nos Querrán” me doy cuenta de que eso precisamente, es algo que cansa profundamente a la escritora: “con la publicación del libro, empezaron a llamarme de muchos sitios. Nadie me preguntaba sobre el asunto del que realmente quería hablar, que entonces era simplemente el deseo, el deseo que nos impulsa a vivir, a la libertad, a disfrutar de la propia existencia, porque hacía años que sabía que no había otra en el más allá, que debíamos aprovechar las rosas de la vida antes de que se marchitaran. Pero sobre eso nadie me preguntaba. Querían religión, exotismo, política internacional. Todo menos deseo”. Por encima de todo, la novela con la que ha ganado el Nadal es un canto a la amistad. Es una carta dirigida a esa amiga que siempre estuvo con ella cuando familia y marido fallaban: una mujer libre de espíritu que le demostraba con la práctica que la libertad era posible, que las chismosas del barrio no podían ejercer ningún poder sobre ellas, que ni la religión ni las costumbres ancestrales, ni los recelos de los “de aquí” podrían impedir que esas larvas se convirtieran en hermosas mariposas. Se trata de una historia que no se muestra complaciente con el islam, descrito como una losa para las mujeres, ahora agravada por el fundamentalismo, pero tampoco con las actitudes supuestamente progresistas que se encuentra en Barcelona: “ciertas madres admiraban esas sociedades africanas en las que la tribu entera educaba a los niños. Me daban ganas de decirles: ¿queréis una tribu? Pues os regalo la mía, os regalo sus bondades, que os encierren, que os obliguen a someteros. Podréis dedicaros a vuestros retoños, sí, pero a nada más, y harán lo posible para rebajar vuestra dignidad hasta que ya no recordéis que la teníais”.
2 comentarios:
Leí "el último patriarca" y me gustó mucho. Ma parece una escritora muy hábil.
Pues me lo apunto. El título ya sugiere mucho
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