Como es natural, antes de nada, quiero agradecer de
corazón al colectivo “Burdiña” por haberse acordado de mí a la hora de elegir
el premiado de esta edición 2025. Veo la lista de anteriores galardones y,
sinceramente, me parece que habéis sido muy generosos al unir mi nombre al de
Ramiro Pinilla, Agustín Ibarrola, el Orfeón de Sestao, la Asociación Vasca de
Patrimonio Industrial y tantos otros que aparecen ahí. Me comunicaron la
noticia hace unos meses y me explicaron la razón de ser del colectivo y del premio.
Para quien no lo sepa permitidme que lo recuerde aquí.
Todo empezó el día en el que murió definitivamente Altos
Hornos de Vizcaya. Al apagarse el horno principal, se pudo escuchar durante un
largo periodo de tiempo un sonido angustioso que recordaba al de una fiera
herida de muerte y que helaba los corazones de todos los habitantes de la zona.
Era el sonido de ka despresurización del horno principal, pero para todos los
que lo escuchaban, era mucho más.
Me pareció una imagen bellísima en su tristeza
devastadora. Una imagen repleta de poesía y cargada de simbolismo que, además,
me toca la fibra de forma muy personal. Mi bisabuelo paterno Donato, vino desde
el pirineo navarro a trabajar ahí. Mi abuelo Luis Eusebio, su hijo, quemó
también allí buena parte de sus mejores años, los dos fueron enterrados en el
cementerio de Sestao, al igual que sus respectivas mujeres, mi bisabuela
Generosa y mi abuela Felisa.
También mi padre era de Sestao, aunque a él le tocó
ejercer su profesión de tornero mecánico en La Babcock & Wilcox,
popularmente conocida como “La Balco”. Cuando mi madre era una mocita, tenía el
encargo diario de traer la comida desde Santurtzi a su hermano Luis, que
también trabajaba allí y, en esas, conoció a mi padre, con el que luego, los
domingos procuraba bailar en el Txitxarrillo de Portugalete. Cada vez que mi
madre escuchaba “Te recuerdo Amanda/ Corriendo a la fábrica/ Donde trabajaba/ Manuel”
…se emocionaba acordándose de aquellos días.
Mi padre, como suele decirse se casó “a Santurtzi”,
pero mantuvo muchos vínculos con su pueblo natal. Recuerdo durante los años de
la infancia venir al cementerio el día de todos los santos, que, en mi memoria ha
quedado como un día muy desapacible. Las monjas de la caridad solían instalar
unas casetas de madera para vender boletos de una rifa, hubo un año en el que
el viento era tan fuerte que volaban los puestos con monjita y todo, una imagen
que se me quedó grabada a fuego.
El primer partido de futbol que presencié en mi vida también
fue uno del River. No me enteré de gran cosa, pero sí recuerdo que uno de los
jugadores -Espiña, se apellidaba-, antes de empezar el partido vino a saludar a
mi padre, porque era compañero de la “Balco” y me dio un par de palmaditas en el
hombro. Mi padre le dijo “mira este es mi hijo” y el: “¡Ah, majo!”, luego en
casa mi madre me preguntó ¿Qué te ha dicho Espiña? Y yo: “¡Ah, majo!”, lo cual
quedó para siempre como broma familiar.
Así que no puedo evitar unir el nombre de Sestao con
el de mi padre, un hombre con gran sentido del humor, aunque, a menudo, se le
quedaba una sombra de tristeza en la mirada. El hombre reunía todas muchas virtudes,
pero también varios vicios propios de los hombres de su generación. Ya se sabe:
había que fumar como el vaquero de Marlboro, Soberano es cosa de hombres, etc.
etc… qué os voy a contar. No eran tiempos aquellos para “nuevas masculinidades”.
Mi padre era un hombre bastante cultivado, gracias a
los buenos oficios de la escuela de aprendices. Se sabía palabras en francés y
le encantaba cantar piezas de zarzuela, jotas y bilbaínadas. No había un solo
día en el que no comprara el periódico y todos los lunes me traía prospectos (ahora
se diría “flyers”) con películas del cine Amézaga. Mirando aquellos fabulosos
pasquines me pasaba horas enteras, la película que yo me hacía en la cabeza
solía ser bastante más divertida que la película real, que a veces tenía
ocasión de ver en alguna sesión matinal. Mi padre era también muy dado a los
dichos populares y a quedarse con frases que le resultaban ingeniosas y luego
repetía en cuanto venían a cuento: “El inglés es muy fácil: Al pan bread, al
vino wine, y todo lo demás chibiriuan”. Otra que repetía a menudo:
“La vida es triste y melancólica, no obstante, muy agitada”. Cuando hablaba de
alguien engreído le salía aquella otra: “De qué te puedes jactar, en qué tu
orgullo consiste, si unos gusanos te visten otros te han de desnudar” (supongo
que tomada de alguna obra teatral). Termino con otra un poco escatológica pero muy
sabia: “Más caga un buey que cien golondrinas”.
Así que sí, soy un producto muy Margen Izquierda y
aunque he cambiado de domicilio unas cuantas veces, creo que es muy cierto
aquello de que uno puede irse de sus orígenes, pero los orígenes no se van tan
fácil de uno. Y a mucha honra:
Como digo, mi padre era de Sestao. Mi madre llegó a
los cinco años a Santurtzi, cuando a su padre, maestro castellano, lo
destinaron al pueblo donde yo me crie, aunque en mi carnet pone que soy natural
de Barakaldo, algo muy habitual en mi generación, por aquello de Cruces. Además,
Portugalete fue destino muy recurrente para mi ocio juvenil y tengo muy buenos
amigos de allí. Diré también para completar el cuadro que la primera mujer de
la que me enamoré platónicamente era de Zorroza.
Podría añadir ahora aquello de “estoy orgulloso de ser
de la Margen Izquierda”, pero lo del orgullo no se si tiene mucho sentido en
estos casos. Uno debe estar orgulloso de lo que hace no de donde nace, que al
fin y al cabo no es algo elegido. Mas que orgullo yo diría, sin ningún
complejo, que es una suerte haber crecido aquí. Me siento afortunado. Ya sé que
a algunos se les hace difícil de creer, muchas veces por pura ignorancia, pero
es que aquí se generó buena parte de la riqueza que ha hecho de Euskadi lo que
es, aquí sabemos de verdad lo que es aprender a convivir entre gentes de
diversos orígenes, sabemos lo que es pasarlas canutas porque tu padre lleva un
mes de huelga y tu madre tiene que hacer virguerías para llenar los platos,
sabemos lo que es pelear duro por unas mejores condiciones de trabajo y por la
libertad. Porque aquí se pelea duro desde los días de la minería en Gallarta y
La Arboleda, porque aquí se combatió el golpe de Estado que trajo el fascismo y
se sufrieron cientos de bombardeos con decenas de víctimas. Este ha sido el
punto de origen de muchas organizaciones políticas y sindicales de izquierda y
se ha conocido la represión franquista como en muy pocos lugares del estado. Una
suerte, claro que sí. Somos de una zona que puede mirar su pasado sin vergüenza
y sí, con orgullo.
En un plano más personal quiero recordar, ya que
estamos en Sestao, al gran actor argentino Claudio Nadie, que huyendo de la
dictadura en su país cayó, casi por casualidad, en este pueblo. Él vivía de
alquiler en un pequeño piso junto al campo de Las Llanas que llamaban “La
Comuna del 35” y allí veníamos unos cuantos capullos de Santurtzi a recibir
clases de teatro. Aquella casa estaba siempre repleta de visitas militantes
llegadas de variados confines, sobre todo de Italia, y nosotros no teníamos
ojos ni oídos para tanto estímulo de todo tipo.
Con Zarama actuamos en la desaparecida discoteca
“Kaiku” y también en la plaza del Casco en un festival que coincidió con una
huelga de basuras y acabó en batalla campal con la policía. Al día siguiente
nos sorprendió un tremebundo titular de prensa: “Tratan de quemar el
ayuntamiento de Sestao tras un concierto de rock”.
En fin, amigos, aquí me tenéis, recibiendo un premio
que me incluye en una lista alucinante. Quiero pensar que con esto se reconoce
mi labor tanto en el periodismo como en la música, labores en las que siempre
he querido reivindicar mis orígenes y de las que sí estoy razonablemente orgulloso.
En la radio, he ejercido el periodismo durante cuarenta
años, combinados con algún periodo televisivo. Mi criterio siempre ha sido
priorizar a la audiencia, por encima de mis ambiciones personales. He querido
ejercer un periodismo independiente de quien estuviera en el poder y hacerlo de
forma amena y entretenida, que bastantes motivos para la amargura teníamos ya
en este sufrido País de nuestros amores y de nuestros temores.
Aunque mucha gente me conoce sobre todo por Zarama, o
incluso porque bauticé a los Eskorbuto, lo cierto es que es en la radio donde
más horas he metido durante los últimos cuarenta años. Dedicado al periodismo informativo,
pero también, quizás en mayor medida, al entretenimiento. Programas de música,
de humor, dramatizaciones, personajes…
En televisión también hice mis pinitos, presentando
algunos programas y, sobre todo, como coordinador de otros. Un mundo el de la
televisión que puede parecer de lo más interesante, y en ciertos aspectos lo
es, pero en el que la brutal competencia entre cadenas te somete a un stress
constante que resulta mentalmente agotador.
En el libro
“Puto Boomer” lo describo con detalle. De aquellos años locos me quedo con la
experiencia de colaborar en la puesta en marcha de proyectos como “Vaya
Semanita” o “Wazemank” que marcaron un antes y un después en nuestra televisión
pública.
También he llevado a cabo una labor sindical a veces difícil
y poco gratificante. Nos tocó lidiar, entre otras cosas con las protestas por
el único ERE
que ha habido en la administración pública vasca, pero mis compañeros me
eligieron para representarles en las tres ocasiones en las que me presenté, y quiero
pensar que por algo será.
Zarama es margen izquierda 100% y lo hemos reflejado
en varias de nuestras canciones: “Hau da Amaituko”, “Ezkerralde”, “Dena Ongi
Dabil”, “Hau Zortea”, “Maiatzaren Lehena” y, como no, en nuestro humilde “hit”
“Iñaki, zer urrun dagoen Kamerun”, que sigue dándonos tantas alegrías y que, de
algún modo, trata de ser la versión actualizada del mítico “Desde Santurce a
Bilbao”. Y, por cierto. Quiero añadir que de la música
no me he jubilado. Permanezcan atentos a sus pantallas que de mí no se libran
tan fácil.
Amigos,
amigas, de verdad, sé que hay una lista inmensa de gente que merecería este
galardón más que yo. Eso sí, me lo voy a tomar como un reto para seguir mereciendo
reconocimiento -que no siempre tiene que ser en forma de premios- en el futuro.
Huelga
decir que me hace una ilusión muy especial que este premio se me conceda desde
y por la Margen Izquierda que ha marcado tanto nuestras vidas.
Yo
escuchaba a menudo a padres y abuelos hablar de “cómo ha cambiado todo” y el
caso es que así seguimos: Ya no hay sardineras vendiendo
pescado por toda la orilla. Las únicas sardineras que quedan son en forma
de corazón estatua.
Los
arrantzales de Santurtzi y los que zurcen las redes son ahora africanos. Los Altos
Hornos son una mini acería y La Balco es un gran almacén de Amazon, toda una ironía.
El viejo tren de crecanías RENFE en el que hemos pasado tantas horas es ahora
mucho más rápido y compite con el nuevo metro. Sestao recuperó hace años el
muelle de la Benedicta y la ría ya no es de color chocolate. Los barcos que la
navegan ya no son buques enormes, entrando o saliendo de los astilleros, ahora
predomina la embarcación deportiva y la turística. Desaparecieron también los
autobuses oruga y aquel otro de dos pisos, el mítico 15 que tardaba una
eternidad en llegar a Bilbao. Se ha ganado en urbanismo y en calidad del aire
y
se ha perdido peso en demografía y en poderío industrial.
Hay
otros detalles de la vida cotidiana que también ha ido desapareciendo: el poteo
se ha vuelto algo prohibitivo, el café completo ni te cuento y aquellos bares un
tanto turbios de copazo y porno al amanecer, han pasado a mejor vida. Los
juegos de nuestra infancia tenían mucho hierro también: aquellas preciadas
canicas de acero, aquellos rodamientos para construir goitibeheras y aquel
juego endemoniado de “hinque” que todavía no me explico como a no le abrieron
la cabeza a nadie. Tampoco las chicas saltan apenas a la comba ni juegan a la
goma, a las tabas o al truquemé.
Paisaje
y paisanaje han cambiado mucho en las últimas décadas, es evidente, pero
Ezkerraldea sigue siendo sinónimo de clase obrera, de lucha social y sindical,
de integración de gentes de diverso origen y de cultura de barrio.
Podría terminar este discurso de muchas maneras, pero
creo que lo más adecuado es hacerlo con una canción, un tema titulado MZ
IRRATIA, (Te quiero radio) que hoy quiero que sea una declaración de amor a la
radio y también a esta tierra de luchadores, a los que se dejaron aquí los
higadillos y ya no están con nosotros. El agradecimiento sincero de este hijo
del Baby Boom que nació y creció en este agitado rincón del mundo y ha tratado
de seguir el obsesivo consejo que siempre le dio su madre: Hijo mío, hagas lo
que hagas, no lo hagas a tontas y a locas. No lo hagas sin sentido, ten BASE.
Eskerrik Asko Bihotzez.